LA RANA Y EL BUEY.
Una rana vio a un buey. Y el buey le pareció hermosísimo.
“¡Qué grande es! ¡Qué grande es! -se dijo-. Yo soy muy pequeña y no me gusta, quisiera ser tan grande como el buey.”
Y la ranita empezó a comer mucho para llegar a ser grande, grande como el buey. No tenía siempre hambre, pero no dejaba de comer, y le decía a su hermanita rana:
-Mírame bien, hermana mía, mira a ver si crezco, mira si soy tan grande como el buey.
-¡Oh, no! No eres tan grande como el buey.
La ranita comía todavía más y engordó tanto que casi no podía saltar.
-Mírame ahora, si soy tan grande como el buey.
-¡Oh, no! No eres tan grande como el buey. Eres muchísimo más pequeña. Nunca serás tan grande como el buey.
Pero la ranita quería ser grande como el buey. Y se puso a comer hierba y moscas y todo lo que encontraba para comer. Se había convertido en una gorda, gordísima rana, pero no era tan grande como el buey y su hermanita se burlaba de ella:
-Comes en vano, nunca serás como el buey, eres sólo una ranita. ¿Por qué quieres ser tan grande como el buey?
Pero la rana no hacia caso de su hermana. ¡Seguía comiendo! ¿Y sabéis lo que pasó? ¡Comió demasiado, se puso enferma y se murió!
¡Ah! Tonta y envidiosa ranita. ¿Por qué no quiso ser una ranita? Las ranas son muy graciosas, ¡tan pequeñas...! ¡Qué feas serían si fuesen grandes como bueyes! ¡No podrían saltar sobre la hierba!, ni esconderse entre las hojas o en los cañaverales, cuando alguien las quiere coger.
(Adaptación de un cuento publicado por Sara Cone Bryant).
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