jueves, 18 de septiembre de 2008
EL PEQUEÑO ABETO.
EL PEQUEÑO ABETO.
Había una vez un pequeño abeto que era muy desgraciado porque, en medio de todos los árboles que tenían hojas verdes, el sólo tenía agujas, y sólo agujas... ¡Cómo se quejaba!:
- Todos mis amigos tienen hermosas hojas verdes; en cambio yo, sólo tengo espinas... Quisiera tener...; quisiera tener todas mis hojas de oro.
A la mañana siguiente el pequeño abeto vio cumplido su deseo y amaneció todo cubierto de oro. En el bosque, los árboles comentaron así:
- ¡El pequeño abeto es todo de oro!
Un ladrón escuchó lo que dijeron los árboles, esperó a que llegara la noche, se adentró en el bosque con un saco y despojó al pequeño abeto de todas sus hojas de oro.
A la mañana siguiente, el pequeño abeto se quejaba así:
- Ya no quiero más hojas de oro..., vienen los ladrones y te dejan sin nada. Quisiera tener..., ¡quisiera tener mis hojas de cristal, que también brillan!
A la mañana siguiente su deseo se vio cumplido. Todos los árboles del bosque comentaron así:
- ¡El pequeño abeto tiene sus hojas de cristal!
Pero al llegar la noche, se presentó la tormenta y un fuerte viento lo dejó completamente desnudo, sin que sus quejas le sirvieran de nada... A la mañana siguiente, al ver el destrozo, el pequeño abeto se puso a llorar:
- ¡Qué desgraciado soy! Otra vez estoy desnudo. Han robado mis hojas de oro y han roto mis hojas de cristal. Quisiera tener..., ¡quisiera tener como mis amigos hermosas hojas verdes!
A la mañana siguiente su deseo se vio cumplido y amaneció cubierto de hermosas hojas verdes, como sus amigos... Sus vecinos los árboles del bosque comentaron así:
- ¡El pequeño abeto ya es como nosotros!
Pero la cabra salió de paseo con sus cabritillos y al ver al pequeño abeto les dijo así:
- ¡Venid, niñitos míos! ¡Venid, hijos míos! Saboread esta comida y no dejéis nada.
Los cabritillos se acercaron y en un instante lo devoraron todo. El pequeño abeto al verse completamente desnudo y tiritando, se puso a llorar de nuevo como un niño:
- ¡Se lo han comido todo! Ya no me queda nada. He perdido mis hojas, mis hermosas hojas verdes, como mis hojas de cristal y mis hojas de oro. ¡Si al menos pudiera tener mis antiguas agujas...!
A la mañana siguiente, cuando se despertó, se encontró sus antiguas agujas y no supo qué decir. Ya nunca más se quejó de ellas; se había curado de su orgullo. Y en el bosque se oyó a sus vecinos decir:
- ¡El pequeño abeto es como antes! ¡El pequeño abeto es como antes..., como antes...!
Y colorín, colorado, este cuento, se ha terminado.
Si quieres escuchar el cuento pincha aquí
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