El
pavo que abría y cerraba la cola.
(Ana
Mª Machado. Adaptado. Ilustraciones: Ivone Ralha. Edit. Everest)
Narrador:
A la orilla de un lago, un pavo real se preguntaba mientras se
pavoneaba mirándose en el agua:
Pavo:
¿Soy feo? ¿Soy guapo?
Narrador:
Cuando abría su cola en abanico, toda verde, violeta, azul
brillante, se veía bonito y elegante. Pero al mirar sus pies y su
andar tan desgarbado, sentía una gran vergüenza y tristeza. Un día
fue invitado a una fiesta que sería más sonada que la gala del
sapo.
Pavo:
¿Será divertida? ¿Será aburrida? ¿Qué opináis, señora paloma
mensajera?
Paloma:
Claro que será divertida. Una fiesta nunca es aburrida. No debéis
faltar.
Narrador:
Luego, animado, abrió su gran cola y ensayó unos pasos de baile.
Hasta que oyó las carcajadas de un cardenal bailarín que se
entrenaba para la fiesta y rápidamente cerró su cola:
Cardenal:
¡Jajaja! ¡Qué animal más torpe, más desmañado! Este baile será
alocado.... ¡Jajaja!
Narrador:
Un gorrión que pasaba por allí, al verlo tan alicaído, así le
habló:
Gorrión:
¿Por qué tanta tristeza en su cabeza?
Pavo:
Es que yo bailo muy mal...
Gorrión:
Eso no importa en tan hermoso animal.
Narrador:
Y el pavo real, así animado, abrió la cola con plumas para todos
los lados. Pero, con tan mala fortuna, que acabó perdiendo una en el
rincón derecho. La tristeza fue tremenda. Y se quedó de nuevo
amilanado, con cara de pena horrenda. Un periquito, que pasaba en ese
momento, le preguntó:
Periquito:
¿Por qué tanto sufrimiento?
Pavo:
He
perdido una pluma y eso es muy malo.
Periquito:
No es tan malo, no creas. Es señal de que te va a crecer una nueva.
Narrador:
El
pavo real volvió a animarse y abrió su abanico. Entonces llegó el
bienteveo y se río al son de burla:
Bienteveo:
¡Vaya, vaya, un pavo real, con la cola incompleta! !No nunca visto,
me voy a dormir la siesta!
Narrador:
Y,
de nuevo, el pavo real encogió la cola y trató de desaparecer con
ella. Así se pasó toda la tarde: abría y cerraba, abría y
cerraba, cambiando de idea con cada animal que encontraba.
Al
final del día acabó bizco, con la lengua fuera, sudado,
desmadejado, hecho un desastre y cansado de abrir y cerrar la cola a
toda hora. Decidió que ya no iría a la fiesta y se marchó de allí
para evitar que todo el mundo se riese de él. Fue entonces cuando
escuchó, escondido tras un arbusto, una conversación entre dos
buitres:
Buitre
1º:
Muero de impaciencia porque llega la hora del baile... Esa fiesta
será fenomenal.
Buitre
2º:
No faltará de nada: buena comida, agua fresquita, muchos amigos y
música a rabiar...
Narrador:
El pavo real, al verlos, se echó a reír de aquellos dos pájaros
que no bailaban, ni sabían cantar, y cuyas plumas no eran
multicolores como las de él. ¡Dos horribles buitres contentos y
felices porque se acercaba la hora del baile!
Pavo:
¡Jajaja!
¿No os da vergüenza? ¿Feos como sois y oliendo tan mal? Cuando
bailéis todo el mundo se va a desmayar.
Buitre
1º:
Nada de eso... Todo el mundo va a estar muy ocupado tratando de
comer y beber, de cantar y bailar, de verse y conversar. Y si alguien
quiere se puede reír. No por eso me voy a dejar de divertir.
Buitre
2º:
Ni feos, ni malolientes, ¿te enteras? Los buitres somos bonitos,
tenemos el color de la ciruela y el león, de la mora y la puesta de
sol...
Buitre
1º:
Tú sí eres una ave espantosa, con esa cola escandalosa, que se abre
y se cierra como un cajón. Eres verde, eres morada, eres azul y
estás lleno de bolitas...
Buitre
2º:
¡Pero debemos reconocer que nos encantan tus patitas...! Además, lo
de ser bonito o feo, sólo es cuestión de relleno.
Narrador:
Entonces, el pavo real, no pudo por menos que reír y, cuando los dos
se fueron volando, se quedó pensando:
Pavo:
Que
la fealdad sea colosal o la belleza sea de artista, no depende del
animal, sino del punto de vista. Cada uno es diferente y lo que más
importa es uno, realmente.
Narrador:
Y allá fue el pavo real, realmente animado, a una fiesta muy
divertida, abriendo su cola y sin vergüenzas por sus andares de toda
la vida.
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