Las
tres preguntas.
(Antonio
Rodríguez Almodóvar. Adaptado)
Narrador:
Había una vez un capitán de los ejércitos del rey que vivía tan
feliz y contento, sin ninguna preocupación, que un día colocó un
cartel en la puerta de su casa que decía así: “Aquí vive el
capitán sin cuidados”. Aquel cartel llegó a oídos del rey y éste
lo hizo llamar.
Rey:
Vamos a ver, ¿por qué dice usted que es un general sin cuidados?
Capitán:
Ay, majestad, que yo no sabía que pudiera hacer daño a nadie con
esa frase.
Rey:
Pues para que tenga más cuidado, para que tenga en qué preocuparse,
le voy a hacer tres preguntas. Y, si en el término de tres días no
me las contesta, le quitaré el empleo de capitán y lo mandaré como
soldado raso al frente de batalla.
Capitán:
Lo que ordene su Majestad.
Rey:
La primera es cuánto valgo yo. La segunda, en cuánto tiempo se
puede dar la vuelta al mundo; y la tercera, ¿hay alguna verdad
mentira?
Narrador:
Se volvió para su casa muy preocupado y se pasó el día sin hablar
y sin querer hablar con nadie. Tenía este capitán un soldado que
hacía las tareas de asistente y que era muy espabilado; al verlo tan
cabizbajo le dijo:
Soldado:
Perdone, mi capitán, ¿le pasa algo? ¿Quiere que le prepare una
buena cena para aliviarle las penas? ¿Prefiere mejor un afeitado
apurado? ¿Le limpio las botas?
Capitán:
No, muchacho, no. Déjame tranquilo.
Narrador:
Tanto insistió el soldado que el capitán le contó lo que había
pasado y las tres preguntas que debía responder ante el rey.
Soldado:
¿No es más que eso? Pues pierda usted cuidado, que yo se lo arreglo
todo, mi capitán. Sólo tiene que prestarme sus ropas que yo sabré
responderle adecuadamente a su Majestad.
Narrador:
Conque al día siguiente se presenta ante rey...
Rey:
Y bien, capitán, ¿cuánto valgo yo?
Soldado:
Majestad, si a Jesucristo lo vendieron por treinta monedas, a su
Majestad lo dejaremos en veintinueve.
Rey:
Está bien, hombre, está bien. Ahora va la segunda: ¿en cuánto
tiempo se puede dar la vuelta al mundo?
Soldado:
Pues en el caballo de carrera que es el sol, en veinticuatro horas,
Majestad.
Rey:
Vaya, vaya, muy ingenioso... Está bien. Vamos por la tercera,
capitán “sin cuidados”: dígame una verdad mentira.
Soldado:
Pues una verdad mentira es que creéis
estar
hablando con un capitán, el capitán “sin cuidados” y estáis
hablando con un simple soldado que es el recadero, el cocinero y el
limpiabotas del capitán “sin cuidados”.
Narrador:
Y le hizo tanta gracia al rey, que perdonó al capitán, pero a
cambio se quedó con tan espabilado soldado. Y colorín colorado este
descuidado cuento se ha acabado.
Vídeo y audio de este cuento, aquí.
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