Hermanito
y hermanita.
(Hermanos
Grimm. Adaptado).
Narrador:
Un hermanito tomó a
su hermanita de la mano, y le dijo:
Hermanito: Desde que ha muerto nuestra madre no hemos tenido una hora feliz; nuestra madrastra nos pega todos los días, y si nos arrimamos a ella, nos echa a patadas. Los mendrugos del pan que quedan son nuestro alimento, y al perro le trata mucho mejor que a nosotros. ¡Si lo supiera nuestra madre! ¿No sería mejor irnos a correr el mundo! ¡Acaso nos vaya mejor!
Narrador: Caminaron todo el día y al llegar la noche penetraron en un bosque muy espeso. Estaban tan fatigados que se acurrucaron en el hueco de un árbol y se durmieron. Al día siguiente, el sol calentaba con sus rayos el interior del árbol.
Hermanito: Tengo sed, hermanita, si supiera dónde hay una fuente, iría a beber. Me parece que he oído sonar una, vamos a buscarla.
Narrador: Pero la madrastra, que era una malvada hechicera, les había visto marcharse, siguió sus pasos a hurtadillas y echó hierbas encantadas en todas las fuentes del bosque. Cuando llegaron a una fuente, la hermanita oyó murmurar estas palabras:
Fuente: El que de mi agua bebe, en cervatillo se vuelve.
Hermanita: ¡No bebas, por Dios, hermanito, porque te volverías ciervo y huirías de mí!
Narrador: Pero el hermanito se había arrodillado cerca de la fuente y comenzó a beber; apenas tocaron sus labios el agua, se convirtió en cervatillo.
Hermanita: No tengas cuidado, mi querido cervatillo, yo no te abandonaré nunca.
Narrador: Y quitándose su liga dorada, le hizo un collar; después, con algunos juncos, tejió una soguilla, con la que ató al animal. Finalmente, llegaron a una casita...
Hermanita: Aquí podemos detenernos y quedarnos a vivir.
Narrador: Pasó el tiempo y, un día, el rey de aquel país llegó al bosque con una partida de caza. El cervatillo oyó todo aquel ruido y sentía no encontrarse cerca.
Hermanito: ¡Ah, déjame ir a la cacería, no puedo resignarme a estar aquí!
Hermanita: Pero regresa por la tarde. Cerraré la puerta y para que te conozca, di cuando llames: "Hermanita, déjame entrar." Si no dices eso, no abriré.
Narrador: El rey y sus cazadores vieron al hermoso animal, y corrieron en su persecución sin poderle alcanzar. Pero a la caída de la tarde uno de los cazadores le hirió ligeramente en el pie y a duras penas pudo escaparse. Siguió sus huellas hasta llegar a la casita donde le oyó decir:
Hermanito: Hermanita, déjame entrar.
Narrador: Y vio cómo le abrían la puerta y la cerraban en seguida. El cazador se dirigió a donde estaba el rey y le refirió lo que había visto y oído.
El rey dijo:
Rey: Mañana continuará también la caza.
Narrador: La hermanita le lavó la sangre de la herida, le aplicó hierbas y le dijo:
Hermanita: Ve a descansar a la cama para curarte, mi querido cervatillo.
Narrador: A la mañana siguiente, al oír en el bosque el sonido de la cacería...:
Hermanito: No puedo parar aquí, necesito salir, no me cogerán con tanta facilidad.
Hermanita: Hoy te van a matar, no quiero dejarte salir.
Hermanito: Me moriré aquí de disgusto si no me dejas salir; cuando oigo la corneta de caza, me parece que se me van los pies.
Narrador: La hermanita le abrió la puerta llena de tristeza, y él se lanzó al bosque alegre y decidido. El rey apenas le vio, dijo a los cazadores.
Rey: Perseguidle hasta la noche, pero no le hagáis daño.
Narrador: En cuanto se puso el sol, dijo el rey al cazador:
Rey: Ven y enséñame la pequeña casa del bosque.
Narrador: Cuando llegaron a la puerta, llamó y dijo:
Rey: Hermanita, déjame entrar.
Narrador: Se abrió la puerta y entró el rey, hallando a una joven tan hermosa como no había visto otra en este mundo.
Rey: ¿Quieres venir conmigo a mi palacio y ser mi esposa?
Hermanita: Sí, más es preciso que venga conmigo el cervatillo, no puedo separarme de él.
Narrador: El rey llevó a la joven a su palacio, donde se celebró la boda, y vivieron felices mucho tiempo. El cervatillo saltaba y corría por el jardín del palacio; sin embargo, la malvada madrastra, cuando supo que eran tan felices, y vivían con tanta prosperidad, se dedicó a buscar con el mayor cuidado un medio para hundir a los dos en la desgracia. Su hija verdadera, que era tan fea como la noche y sólo tenía un ojo, le reconvenía diciéndole:
Hija: La ventura de llegar a ser reina es a mí a quien pertenece.
Madrastra: ¡No tengas cuidado! Cuando sea el momento te ayudaré.
Narrador: En efecto, cuando la reina dio a luz un hermoso niño, como el rey estaba de caza, la hechicera tomó la forma de una doncella, entró en el cuarto en que se hallaba acostada la reina y le dijo:
Madrastra: Venid, vuestro baño está preparado y os sentará muy bien; ¡rápido, antes de que se enfríe!
Hermanito: Desde que ha muerto nuestra madre no hemos tenido una hora feliz; nuestra madrastra nos pega todos los días, y si nos arrimamos a ella, nos echa a patadas. Los mendrugos del pan que quedan son nuestro alimento, y al perro le trata mucho mejor que a nosotros. ¡Si lo supiera nuestra madre! ¿No sería mejor irnos a correr el mundo! ¡Acaso nos vaya mejor!
Narrador: Caminaron todo el día y al llegar la noche penetraron en un bosque muy espeso. Estaban tan fatigados que se acurrucaron en el hueco de un árbol y se durmieron. Al día siguiente, el sol calentaba con sus rayos el interior del árbol.
Hermanito: Tengo sed, hermanita, si supiera dónde hay una fuente, iría a beber. Me parece que he oído sonar una, vamos a buscarla.
Narrador: Pero la madrastra, que era una malvada hechicera, les había visto marcharse, siguió sus pasos a hurtadillas y echó hierbas encantadas en todas las fuentes del bosque. Cuando llegaron a una fuente, la hermanita oyó murmurar estas palabras:
Fuente: El que de mi agua bebe, en cervatillo se vuelve.
Hermanita: ¡No bebas, por Dios, hermanito, porque te volverías ciervo y huirías de mí!
Narrador: Pero el hermanito se había arrodillado cerca de la fuente y comenzó a beber; apenas tocaron sus labios el agua, se convirtió en cervatillo.
Hermanita: No tengas cuidado, mi querido cervatillo, yo no te abandonaré nunca.
Narrador: Y quitándose su liga dorada, le hizo un collar; después, con algunos juncos, tejió una soguilla, con la que ató al animal. Finalmente, llegaron a una casita...
Hermanita: Aquí podemos detenernos y quedarnos a vivir.
Narrador: Pasó el tiempo y, un día, el rey de aquel país llegó al bosque con una partida de caza. El cervatillo oyó todo aquel ruido y sentía no encontrarse cerca.
Hermanito: ¡Ah, déjame ir a la cacería, no puedo resignarme a estar aquí!
Hermanita: Pero regresa por la tarde. Cerraré la puerta y para que te conozca, di cuando llames: "Hermanita, déjame entrar." Si no dices eso, no abriré.
Narrador: El rey y sus cazadores vieron al hermoso animal, y corrieron en su persecución sin poderle alcanzar. Pero a la caída de la tarde uno de los cazadores le hirió ligeramente en el pie y a duras penas pudo escaparse. Siguió sus huellas hasta llegar a la casita donde le oyó decir:
Hermanito: Hermanita, déjame entrar.
Narrador: Y vio cómo le abrían la puerta y la cerraban en seguida. El cazador se dirigió a donde estaba el rey y le refirió lo que había visto y oído.
El rey dijo:
Rey: Mañana continuará también la caza.
Narrador: La hermanita le lavó la sangre de la herida, le aplicó hierbas y le dijo:
Hermanita: Ve a descansar a la cama para curarte, mi querido cervatillo.
Narrador: A la mañana siguiente, al oír en el bosque el sonido de la cacería...:
Hermanito: No puedo parar aquí, necesito salir, no me cogerán con tanta facilidad.
Hermanita: Hoy te van a matar, no quiero dejarte salir.
Hermanito: Me moriré aquí de disgusto si no me dejas salir; cuando oigo la corneta de caza, me parece que se me van los pies.
Narrador: La hermanita le abrió la puerta llena de tristeza, y él se lanzó al bosque alegre y decidido. El rey apenas le vio, dijo a los cazadores.
Rey: Perseguidle hasta la noche, pero no le hagáis daño.
Narrador: En cuanto se puso el sol, dijo el rey al cazador:
Rey: Ven y enséñame la pequeña casa del bosque.
Narrador: Cuando llegaron a la puerta, llamó y dijo:
Rey: Hermanita, déjame entrar.
Narrador: Se abrió la puerta y entró el rey, hallando a una joven tan hermosa como no había visto otra en este mundo.
Rey: ¿Quieres venir conmigo a mi palacio y ser mi esposa?
Hermanita: Sí, más es preciso que venga conmigo el cervatillo, no puedo separarme de él.
Narrador: El rey llevó a la joven a su palacio, donde se celebró la boda, y vivieron felices mucho tiempo. El cervatillo saltaba y corría por el jardín del palacio; sin embargo, la malvada madrastra, cuando supo que eran tan felices, y vivían con tanta prosperidad, se dedicó a buscar con el mayor cuidado un medio para hundir a los dos en la desgracia. Su hija verdadera, que era tan fea como la noche y sólo tenía un ojo, le reconvenía diciéndole:
Hija: La ventura de llegar a ser reina es a mí a quien pertenece.
Madrastra: ¡No tengas cuidado! Cuando sea el momento te ayudaré.
Narrador: En efecto, cuando la reina dio a luz un hermoso niño, como el rey estaba de caza, la hechicera tomó la forma de una doncella, entró en el cuarto en que se hallaba acostada la reina y le dijo:
Madrastra: Venid, vuestro baño está preparado y os sentará muy bien; ¡rápido, antes de que se enfríe!
Narrador:
Acompañada de su
hija, la llevaron al baño donde la encerraron. Habían organizado un
verdadero incendio para que se asfixiara.
Después, cogió la vieja a su hija, la acostó en la cama; le dio también la apariencia de la reina y, para que no lo notase el rey, le mandó que estuviera echada siempre del lado que era tuerta.
Cuando a la caída de la tarde volvió el rey y supo que le había nacido un hijo, se alegró de todo corazón y quiso ir a la cama de su querida mujer para ver cómo estaba.
Madrastra: No abráis, por Dios, las ventanas; la reina no puede ver la luz todavía; necesita descanso.
Narrador: Cuando dieron las doce de la noche y todos dormían, la niñera, que estaba en el cuarto del niño, vio entrar a la verdadera madre. Sacó al niño de la cuna, lo tomó en sus brazos y le dio de mamar. Después volvió a ponerlo en su sitio y corrió las cortinas. No se olvidó tampoco del cervatillo, se acercó al rincón donde estaba tendido y le acarició el lomo. Salió después sin decir una palabra.
Volvió muchas noches y la niñera la veía siempre, pero no se atrevía a hablarle. Al cabo de algún tiempo la madre comenzó a hablar por la noche:
Después, cogió la vieja a su hija, la acostó en la cama; le dio también la apariencia de la reina y, para que no lo notase el rey, le mandó que estuviera echada siempre del lado que era tuerta.
Cuando a la caída de la tarde volvió el rey y supo que le había nacido un hijo, se alegró de todo corazón y quiso ir a la cama de su querida mujer para ver cómo estaba.
Madrastra: No abráis, por Dios, las ventanas; la reina no puede ver la luz todavía; necesita descanso.
Narrador: Cuando dieron las doce de la noche y todos dormían, la niñera, que estaba en el cuarto del niño, vio entrar a la verdadera madre. Sacó al niño de la cuna, lo tomó en sus brazos y le dio de mamar. Después volvió a ponerlo en su sitio y corrió las cortinas. No se olvidó tampoco del cervatillo, se acercó al rincón donde estaba tendido y le acarició el lomo. Salió después sin decir una palabra.
Volvió muchas noches y la niñera la veía siempre, pero no se atrevía a hablarle. Al cabo de algún tiempo la madre comenzó a hablar por la noche:
Hermanita:
¿Qué hace
mi hijito? ¿Mi ciervo dónde está? Volveré una vez más, y ya no
vendré jamás.
Narrador:
La niñera no le
contestó, pero apenas había desaparecido, corrió a contárselo al
rey:
Rey: ¡Dios mío! ¿Qué significa esto? La próxima noche velaré junto al niño.
Narrador: En efecto, la noche siguiente se apareció la madre, y dijo:
Rey: ¡Dios mío! ¿Qué significa esto? La próxima noche velaré junto al niño.
Narrador: En efecto, la noche siguiente se apareció la madre, y dijo:
Hermanita:
¿Qué hace
mi hijito? ¿Y mi ciervo dónde está? He venido esta vez y ya no
volveré más.
Rey:
Tú no puedes ser otra que mi amada esposa.
Hermanita:
Sí, soy tu
mujer querida.
Narrador: Y en ese momento recobró la vida de nuevo, tan hermosa y fresca como una rosa. Refirió al rey el crimen que habían cometido la malvada hechicera y su hija. El rey las mandó comparecer ante el tribunal, donde fueron condenadas. La hija fue conducida a un bosque, donde la despedazaron las bestias salvajes y la hechicera fue condenada a la hoguera, pereciendo miserablemente entre las llamas. En el momento en que se convirtió en cenizas recobró el ciervo su forma humana, y hermanito y hermanita vivieron felices hasta el final de sus días.
Narrador: Y en ese momento recobró la vida de nuevo, tan hermosa y fresca como una rosa. Refirió al rey el crimen que habían cometido la malvada hechicera y su hija. El rey las mandó comparecer ante el tribunal, donde fueron condenadas. La hija fue conducida a un bosque, donde la despedazaron las bestias salvajes y la hechicera fue condenada a la hoguera, pereciendo miserablemente entre las llamas. En el momento en que se convirtió en cenizas recobró el ciervo su forma humana, y hermanito y hermanita vivieron felices hasta el final de sus días.
El
vídeo y audio de este cuento lo tienes aquí.
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