Las
tres hojas de la serpiente.
(Hermanos
Grimm)
Narrador:
Vivía una vez un hombre tan pobre, que pasaba apuros para alimentar
a su único hijo. Díjole entonces éste:
Hijo:
Padre mío, estáis muy necesitado, y soy una carga para vos. Mejor
será que me marche a buscar el modo de ganarme el pan.
Narrador:
El padre le dio su bendición y se despidió con honda tristeza.
El
joven se alistó en el ejército y partió para la guerra.
Hijo:
¡No vamos a permitir que se hunda nuestra patria!
Narrador:
Fue tal su arrojo y valentía en el campo de batalla que el rey, al
saber que sólo gracias a él se debió la derrota del enemigo, lo
recompensó nombrándolo el primero del reino.
Tenía
el monarca una hija hermosísima, pero muy caprichosa. Había hecho
voto de no aceptar a nadie por marido, que no prometiese antes que,
en caso de morir ella, se haría enterrar vivo en su misma
sepultura:
Princesa:
Si de verdad me ama, ¿para qué querrá seguir viviendo?.
Narrador:
Por su parte, ella se comprometía a hacer lo mismo si moría antes
el marido. Tal condición había ahuyentado a todos los
pretendientes; pero su hermosura impresionó en tal grado al joven,
que, sin pensarlo un instante, la pidió a su padre, el rey.
Rey:
¿Sabes la promesa que has de hacer?
Hijo:
Que debo bajar con ella a la tumba, si muere antes que yo. Tan grande
es mi amor, que no me arredra este peligro.
Narrador:
Consintió entonces el Rey, y se celebró la boda. Vivieron una
temporada felices y contentos, hasta que, un día, la joven princesa
contrajo una grave enfermedad, a la que ningún médico supo hallar
remedio. Cuando hubo muerto, su esposo recordó la promesa que
había hecho. Le horrorizaba la
idea
de ser sepultado en vida; pero no había escapatoria posible. El Rey
había mandado colocar centinelas en todas las puertas, y era
inútil pensar en la huida. Llegado el día en que el cuerpo de la
princesa debía ser bajado a la cripta real, el príncipe fue
conducido a ella, y tras él se cerró la puerta de piedra.
Junto
al féretro había una mesa, y con ella cuatro velas, cuatro
hogazas de pan y cuatro botellas de vino. Cuando hubiera consumido
aquellas vituallas, habría de morir de hambre y sed.
Una
vez que tenía la mirada fija en la pared, vio salir de uno de los
rincones de la cripta una serpiente, que se deslizaba en dirección
al cadáver. Pensando que venía para devorarlo, sacó la espada y
exclamó:
Hijo:
¡Mientras yo esté vivo, no la tocarás!
Narrador:
Y la partió en tres pedazos. Al cabo de un rato salió del mismo
rincón otra serpiente, que enseguida retrocedió, al ver a su
compañera muerta y despedazada. Pero regresó a los pocos
momentos, llevando en la boca tres hojas verdes. Cogió entonces los
tres segmentos de la serpiente muerta y, encajándolos debidamente,
aplicó a cada herida una de las hojas. Inmediatamente quedaron
soldados los trozos; el animal comenzó a agitarse, recobrada la
vida, y se retiró junto con su compañera. Las hojas quedaron en
el suelo, y al príncipe se le ocurrió que quizás las milagrosas
hojas tendrían también efecto sobre las personas. Las recogió y
aplicó una en la boca de la difunta, y las dos restantes, en sus
ojos. Y he aquí que apenas lo hubo hecho, la sangre empezó a
circular y restituyó al lívido rostro su color sonrosado.
Respiró la muerta y, abriendo los ojos, dijo:
Princesa:
¡Dios mío!, ¿dónde estoy?
Hijo:
Estás conmigo, esposa querida.
Narrador:
Luego se dirigieron a la puerta, donde ambos se pusieron a golpear y
gritar tan fuertemente, que los guardias los oyeron y corrieron a
informar al Rey. Éste bajó personalmente a la cripta y se
encontró con la pareja sana y llena de vida. Todos se alegraron
sobremanera ante la inesperada solución del triste caso. El joven
príncipe se guardó las tres hojas de la serpiente y las entregó
a su criado, diciéndole:
Hijo:
Guárdamelas con el mayor cuidado y llévalas siempre contigo.
¡Quién sabe si algún día podemos necesitarlas!
Narrador:
Sin embargo, se produjo un cambio en la resucitada esposa. Parecía
como si su corazón no sintiera ya afecto alguno por su marido.
Transcurrido algún tiempo, quiso él emprender un viaje por mar
para ir a ver a su viejo padre, y los dos esposos embarcaron. Ya en
la nave, comenzó a sentir inclinación hacia el piloto que los
conducía. Y un día, en que el joven príncipe se hallaba
durmiendo, llamó al piloto y, cogiendo ella a su marido por la
cabeza y el otro por los pies, lo arrojaron al mar. Cometido el
crimen, dijo la princesa al marino:
Princesa:
Regresemos ahora a casa; diremos que murió en ruta. Yo te alabaré
ante mi padre en términos tales, que me casará contigo y te hará
heredero del reino.
Narrador:
Pero el fiel criado, que había asistido a la escena, bajó al agua
un botecito sin ser advertido de nadie, sacó del agua el cuerpo del
ahogado, y, con ayuda de las tres hojas milagrosas que llevaba
consigo lo restituyó felizmente a la vida.
Los
dos remaron con todas sus fuerzas y llegaron a presencia del Rey
antes que la gran nave. Éste, al conocer la perversidad de su hija,
dijo:
Rey:
No puedo creer que haya obrado tan criminalmente; mas pronto la
verdad saldrá a la luz del día.
Narrador:
Poco después llegó el barco, y la princesa se presentó ante su
padre con semblante de tristeza.
Rey:
¿Por qué regresas sola? ¿Dónde está tu marido?
Princesa:
¡Ay, padre querido! Ha ocurrido una gran desgracia. Durante el viaje
mi esposo enfermó súbitamente y murió y, de no haber sido por
la ayuda que me prestó el patrón de la nave, yo también lo
habría pasado muy mal. Estuvo presente en el acto de su muerte, y
puede contároslo todo.
Rey:
Voy a resucitar al difunto.
Narrador:
Y, abriendo el aposento, mandó salir a los dos hombres. Al ver la
mujer a su marido, quedó como herida de un rayo y, cayendo de
rodillas, imploró perdón. Pero el Rey dijo:
Rey:
No hay perdón. Él se mostró dispuesto a morir contigo y te
restituyó la vida; en cambio, tú le asesinaste mientras dormía,
y ahora recibirás el pago que merece tu acción.
Narrador:
Fue embarcada junto con su cómplice en un navío perforado y
llevada a alta mar, donde muy pronto los dos fueron tragados por las
olas.
El
audio y vídeo de este cuento lo tienes aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario