miércoles, 2 de mayo de 2018

La princesa muda



La princesa muda.
(Antonio Rodríguez Almodóvar. Adaptado)

Narrador: Había una vez un rey que se sentía viejo para gobernar y deseaba dejar la corona a su heredero. Pero sólo tenía una hija, caprichosa, y que no se quería casar. Tan caprichosa era que un día le dijo a su doncella:
Princesa: ¡Todo el mundo tiene piojos menos yo! ¿Yo quiero un piojo!
Narrador: La doncella, a una chiquilla que iba cargadita de piojos, le cogió uno y se lo llevó a la princesa.
Princesa: ¡Es un piojo precioso! ¡A éste lo voy a criar yo!
Narrador: El piojo engordó tanto de las cosas que le daba de comer que tuvo que ponerlo en un corralito, como si fuera un cerdo. El rey, cuando se enteró, se puso hecho una furia. Mandó matar el piojo y, cuando la piel estuvo seca y estirada, ordenó hacer un pandero que colocaron en la puerta del palacio. Mandó llamar a su hija y le dijo:
Rey: ¡Ahora tendrás que casarte con aquél que adivine de qué está hecho el pandero, tanto si te gusta como si no!
Narrador: De todas partes llegaron príncipes y caballeros, pero ninguno acertaba. “De lagarto”, “de cabra”, “de camello”, decían unos y otros, y la princesa se burlaba de ellos.
Un día, vio venir a un príncipe del que se quedó prendada. Éste dijo:
Príncipe: ¡De serpiente es el pandero!
Princesa: ¡Escuchadme, caballero! ¡De piojo es el pandero!
Narrador: Desde el balcón le avisó ella, pero el caballero se marchaba y no pudo oírla. Pero un viejo y andrajoso vagabundo sí la oyó. Pidió audiencia para ver al rey y disimulando dijo:
Vagabundo: ¡Este pandero está hecho de piojo cebado!
Rey: ¡Oh, Dios mío, este andrajoso con más pulgas que una jauría de perros lo ha acertado!
Princesa: ¡Que sepáis, padre mío, que no pienso casarme con este zarrapastroso!
Rey: Veréis, buen hombre, sin duda será mejor para vos que cambiemos el trato. Un saco lleno de monedas de oro y no hay boda.
Vagabundo: Ni hablar, yo quiero lo prometido, la mano de la princesa.
Rey: ¿Dos sacos?
Vagabundo: La princesa.
Rey: Está bien. Hija mía, ahora no tienes más remedio que casarte con este vagabundo porque la palabra de un rey no puede volverse atrás.
Narrador: Total, después de muchas discusiones, aseado y con ropas nuevas, la princesa se casó obligada con el viejo vagabundo.
Terminada la ceremonia quiso conocer sus propiedades y le dijo:
Vagabundo: Querida, vamos a dar una vueltecista por nuestras tierras.
Narrador: Llegaron al río y la princesa tuvo que echarse a cuestas al viejo.
Vagabundo: ¿Quién me dijera a mi que tan viejo iba a ser caballero? ¡Ja, ja, ja!
Princesa: ¡Bribón, encima te burlas de mi! ¡Al agua irás!
Narrador: El viejo al agarrarse le dio un mordisco en la nuca a su esposa, y ella se quedó sin habla. Luego se hundió y se ahogó.
La princesa, al darse cuenta de lo sucedido, no quiso volver al palacio y echó andar sola por los caminos, pidiendo limosnas. Todos se compadecían de aquella triste mudita...
Un día llegó al palacio de aquel príncipe que tanto le había gustado y que no supo acertar de qué estaba hecho el pandero. Les dio tanta lástima que la admitieron de criada. Por aquel entonces preparaban la boda del príncipe con la princesa de otro reino. Ella, junto a otras criadas, cosía y bordaba el ajuar de boda de la futura reina.
Y llegó el día de la boda. Todas las criadas se colocaron a uno y otro lado de la escalinata con sus velas encendidas para levantarlas al paso de los novios.
Novia: ¡A ver esa bobilla, que se le mancha la manga amarilla!
Narrador: Tanta rabia le dio a la muda, que de pronto empezó a hablar.
Princesa: ¿Y a mí qué me importa? ¡Para eso soy la hija del rey de Castilla!
Narrador: El príncipe se maravilló al oírla decir aquello y, como no le había gustado el detalle de soberbia de la otra, se casó en ese mismo instante con la hija del rey de Castilla. Y colorín colorado, que este piojoso cuento se ha terminado.


El vídeo y audio de este cuento lo tienes aquí.

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