viernes, 3 de enero de 2014

Por qué el agua del mar es salada.




¿Por qué el agua del mar es salada?



Narrador: Esto eran dos hermanos: uno rico y muy avaro, y otro muy pobre pero generoso. Muchas veces el hermano pobre había ido a pedir ayuda a su hermano rico, pero éste siempre lo despedía de malas maneras y nunca jamás lo ayudaba en nada. Un día le dijo que si tenía hambre, se fuese a comer piedras. El pobre, desesperado, decidió tirarse al mar para que acabaran sus desgracias. Se subió a lo alto de unas rocas que había en la playa para arrojarse desde allí cuando apareció una viejecita que le detuvo y le dijo:
Vieja: ¿Qué vas a hacer desgraciado? ¿No ves que te vas a matar?
Pobre: Precisamente eso es lo que yo quería. Estoy desesperado y sólo la muerte puede sacarme de la penuria que me angustia.
Vieja: No te desanimes que todo en la vida tiene remedio. Mira, yo te protegeré. Te daré un molinillo al que no tendrás más que decir: “Molinillo, muele”, y te dará lo que hayas deseado. Cuando ya tengas bastante, no tendrás más que decir: “Molinillo, deja de moler”.
Narrador: Y dicho esto, la vieja sacó un molinillo de debajo de la falda, se lo dio al hombre pobre y desapareció.
Entonces el hombre se puso a pensar que le gustaría vivir en una casa espaciosa con un huerto bien lleno de árboles frutales. Y cuando acabó de pensar en esto, dijo:
Pobre: Molinillo, muele.
Narrador: Y en ese momento sus deseos se hicieron realidad. Nadie en el pueblo podía explicarse tan repentina riqueza. Y el más sorprendido era su hermano, que se sentía corroído por el gusano de la envidia. Así que un día se presentó en su casa para preguntarle cómo había prosperado tanto en tan poco tiempo. El hermano bueno se lo contó todo. El hermano envidioso le pidió prestado el molinillo y el bueno se lo dejó. En cuanto supo cómo funcionaba, salió pitando para su casa sin saber que tenía que hacer para que parase de moler.
Y pensando y pensando que le pediría al molinillo, se dijo para sí:
Rico: “Este año la cosecha ha sido mala y seguro que la paja estará cara, así que le pediré que muela paja”.
Narrador: Y en ese momento dijo:
Rico: Molinillo, muele.
Narrador: Y enseguida comenzó a salir del molinillo paja y más paja, y venga a salir paja. Se llenó su casa a rebosar y él quería que parara; y no se cansaba de decirle:
Rico: Molinillo, para, no muelas más paja, para; para que ya hay bastante, para te digo, no hagas más, no hagas más paja .
Narrador: Pero el molinillo no paraba, seguía echando paja, tanta que llegó a la chimenea que estaba encendida. Entonces todo comenzó a arder. Sólo quedó un montón de escombros. Todo se quemó de aquella casa, todo menos el molinillo. Abatido al verse arruinado, el mal hermano fue a devolver el dichoso molinillo. Pero el buen hermano se apiadó de él y pidió al molino una casa como la que se había quemado. Dicho y hecho.
La fama del molinillo que molía lo que uno deseaba corrió por todo el pueblo y un capitán de barco que salía de viaje fue a pedírselo para enseñarlo a las gentes de las tierras adonde iba a cargar sal. El hermano bueno, que era más bueno que el pan, se lo dejó y hete aquí que cuando navegaban en alta mar un marinero le dijo al capitán:
Marinero: Capitán, me parece que podríamos ahorrarnos el viaje. Dígale al molino que muela sal y así no tendremos que ir a buscarla.
Capitán: Tienes razón. Molinillo, muele.
Narrador: Y en ese momento el molinillo comenzó a moler sal y más y más sal, y se llenó el barco de sal, y el molinillo seguía moliendo más y más sal. Pero el capitán no sabía cómo pararlo: no sabía que, para que dejase de moler, sólo tenía que decírselo. Tanta molió que el peso de la sal hundió el barco y todos acabaron en el fondo del mar. También el molinillo, que seguía moliendo y así seguirá moliendo hasta que el día menos pensado un pescador lo pesque y le diga:
Molinillo, deja de moler”.
Y es por eso por lo que el agua del mar, que hasta entonces era dulce como el agua que bebemos, ahora es salada, muy salada.

Y el que no quiera creer
esta historia verdadera,
ojalá la cabeza
se le vuelva de cera.

El audio de este relato lo tienes aquí. 
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3 comentarios:

Marcos dijo...

Hará unos 60 años que leí ese cuento tal como lo cuentas. Me has traido grandes recuerdos. Gracias

Javier Merchante dijo...

Gracias por tu comentario, Marcos. No te olvides de pasarte por El maestro cuentacuentos, picando el enlace, para que puedas ponerle el audio a tu nieto.
Salu2.

Javier Ximens dijo...

Me ha hecho mucha ilusión leer este cuento pues mi mujer se lo contaba a nuestros hijos. Ahora voy a por el audio.