El
triste sueño del mono.
(Gustavo
Roldán. Adaptado. Los sueños del yacaré. Alfaguara).
Narrador:
Un día los animales del monte vieron al mono caminar triste. Con la
cabeza baja, despacito, moviéndose entre las ramas como sin ganas de
nada. Y los animales del monte se preocuparon, porque no hay nada más
triste que un mono triste.
Caimán:Don
Sapo, ¿qué le ocurre al mono? Pasó cerca de mí y ni me saludó.
Sapo:
Yo sé lo que le pasa. Todo empezó el día aquel que usted contó un
sueño y después los demás siguieron contando sueños cada vez más
locos : que si el mundo era redondo, que si la Tierra giraba al
rededor del Sol, que si antes existieron los dinosaurios... En fin,
un montón de locuras.
Caimán:
¿Y eso qué tiene que ver con la tristeza del mono?
Sapo:
Tiene que ver porque entonces el mono se acordó de un sueño que
tuvo. Un sueño terrible que lo dejó triste y amargado.
Caimán:
Ya recuerdo:el mono soñó que era pariente de los hombre ¡pero eso
era solo un sueño loco!
Sapo:
Sí, pero, como en todas las locuras, algo habrá de cierto.
Caimán:
No sé en qué se puede parecer un hermoso mono a los hombres.
Sapo:
Amigo caimán, usted sabe que yo fui a Buenos Aires. Allí pude
conocer a los hombres. Y los conocí muy bien.
Caimán:
Sí, sí, lo sé.
Sapo:
Pues había algunos hombres que tenían una cara parecida a la del
mono. Bueno..., con un poquito de parecido. Pero, eso sí, los
hombres son bichos sin cola, sin esa elegante y utilísima cola que
tienen los monos.
Caimán:
Yo admiro al mono por eso. ¡Me da una envidia cuando lo veo
columpiarse en una rama colgado de la cola! ¡A quién no le gustaría
tener una cola así!
Sapo:
¡Y esa habilidad para saltar de un árbol a otro!
Caimán:
Y esos pelos tan suaves y de tan lindo color. Por lo que usted nos
contó, los hombres son totalmente pelados.
Sapo:
Sí, sólo tienen un poco de pelo en la cabeza. Dan lástima. Y
tienen los brazos cortos, no son como los largos brazos de un mono.
Caimán:
Y tienen las orejas pequeñas, no como las hermosas y grandes orejas
de un mono. Seguramente, los hombres ni escuchan bien ni entienden
las cosas.
Sapo:
¿Y no podríamos ir a contarle todo esto al mono?
Caimán:
Amigo sapo, es una idea excelente. Vayamos a ver al mono sin perder
un minuto.
Narrador:
El piojo, la pulga, el jabalí, el tatú y mil animales más que se
habían acercado para escuchar la conversación del sapo y el caimán
dijeron:
Todos:
Yo también voy.
Narrador:
Y ahí fueron. Porque sabían que así, todos juntos, convencerían
al monito de que jamás podría ser cierto ese sueño loco de que los
hombres son parientes de los monos.
El audio y vídeo de este relato lo tiene aquí.
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