A
partir de 8 años.
El
valiente Juan Chiruguete mata a ocho y espanta a siete.
(Cuento popular)
Narrador:
En Soria había un zapatero remendón, que se pasaba el día
arreglando zapatos sin ganar casi nada.
Un día estaba muy cansado y en una caja de betún cayeron mil moscas, le dio el zapatero un fuerte manotazo y mató ocho moscas y espantó siete. Enseguida cogió un papel y escribió este rótulo: “El valiente Juan de Chiruguete mata ocho y espanta siete.” Y se lo puso en el sombrero. Tan orgulloso estaba de su proeza que decidió cerrar la tienda y correr mundo.
Ya por la tarde llegó al palacio de un rey, y éste al verlo le dijo:
Rey: ¡Eh, buen hombre! ¿Es cierto que mataste a ocho y espantaste a siete?
Juan: Sí, majestad, es cierto.
Rey: ¿Y te atreverías a matar a un terrible gigante que vive en un cercano castillo y nos tiene a todos atemorizados?
Juan: Señor, Juan Chiruguete, es capaz de todo. La duda ofende. Yo no tengo miedo a nada. ¿Es cierto, majestad, lo que he oído por ahí que quien mate al gigante se casará con la princesa, vuestra hija?
Rey: Sí, es cierto. Y ahora... ¿qué te hace falta?
Juan: Comer bien y diez monedas. No necesito más.
Rey: Pero, Juan Chiruguete, ¿cómo vas a matar al gigante sin armas?
Un día estaba muy cansado y en una caja de betún cayeron mil moscas, le dio el zapatero un fuerte manotazo y mató ocho moscas y espantó siete. Enseguida cogió un papel y escribió este rótulo: “El valiente Juan de Chiruguete mata ocho y espanta siete.” Y se lo puso en el sombrero. Tan orgulloso estaba de su proeza que decidió cerrar la tienda y correr mundo.
Ya por la tarde llegó al palacio de un rey, y éste al verlo le dijo:
Rey: ¡Eh, buen hombre! ¿Es cierto que mataste a ocho y espantaste a siete?
Juan: Sí, majestad, es cierto.
Rey: ¿Y te atreverías a matar a un terrible gigante que vive en un cercano castillo y nos tiene a todos atemorizados?
Juan: Señor, Juan Chiruguete, es capaz de todo. La duda ofende. Yo no tengo miedo a nada. ¿Es cierto, majestad, lo que he oído por ahí que quien mate al gigante se casará con la princesa, vuestra hija?
Rey: Sí, es cierto. Y ahora... ¿qué te hace falta?
Juan: Comer bien y diez monedas. No necesito más.
Rey: Pero, Juan Chiruguete, ¿cómo vas a matar al gigante sin armas?
Juan:
Si os lo dijera ahora sabríais igual que yo. A su debido tiempo ya
os lo explicaré. Perdonad.
Narrador: Al día siguiente, con las diez monedas compró una cuerda, un pájaro, un huevo y un moral. Luego se dirigió al castillo de su enemigo el gigante. Éste cuando se acercó le vio el letrero y se echó a reír:
Gigante: Con que mata ocho y espanta siete de un golpe, ¿eh? ¡Vaya una gracia! ¡Verás como te zampo de un solo bocado...
Juan: Eso hemos de verlo. Si se cree tan listo, ¿por qué no acepta una apuesta? Veamos quién tira una piedra más lejana.
Narrador: Tiró el gigante primero. Y cuando el gigante estaba mirando su piedra para ver donde caía, soltó don Juan el pájaro. El gigante se quedó con la boca abierta viendo cómo, lo que él creía una piedra, se perdía en la lejanía. Gigante: ¡Diablo, me has ganado, ratón! Bueno, veamos ahora a ver quién saca más agua de una piedra.
Narrador: Y fueron a ver quién sacaba más agua de una piedra. Cogió el gigante una piedra y la hizo pedazos apretándola. Juan sacó disimuladamente el huevo del morral y lo apretó también. Claro, como salía más agua del huevo, dijo el gigante admirado:
Gigante: ¡Diablo, que me has ganado otra vez!
Juan: Si todavía no está usted convencido de que a todo le gano, vamos a otra cosa.
Gigante: Pues ahora vamos al que coma más gachas.
Narrador: Y fueron al que comiera más gachas. El gigante hizo un puchero de gachas y se pusieron a comer. El gigante comía una barbaridad. Pero Juan se hacía el que comía y echaba las gachas en el morral que se había atado al cuello. Cuando el gigante se hartó:
Gigante: Bueno, Juan Chiruguete, yo ya no como más. Y tú ¿qué tal estás de gachas?
Juan: Cállese, hombre, que yo apenas voy comenzando a comer.
Narrador: Y con las dos manos hacía que comía gachas, y las echaba en el morral. Y ya el gigante dijo:
Gigante: ¡Basta ya, hombre del diablo! Ya me has ganado otra vez. Ahora vamos a la última. Vamos a correr, que a eso no me gana nadie.
Juan: Está bien, pero en mi pueblo al pequeño siempre le dan ventaja y le dejan correr primero.
Narrador: Al día siguiente, con las diez monedas compró una cuerda, un pájaro, un huevo y un moral. Luego se dirigió al castillo de su enemigo el gigante. Éste cuando se acercó le vio el letrero y se echó a reír:
Gigante: Con que mata ocho y espanta siete de un golpe, ¿eh? ¡Vaya una gracia! ¡Verás como te zampo de un solo bocado...
Juan: Eso hemos de verlo. Si se cree tan listo, ¿por qué no acepta una apuesta? Veamos quién tira una piedra más lejana.
Narrador: Tiró el gigante primero. Y cuando el gigante estaba mirando su piedra para ver donde caía, soltó don Juan el pájaro. El gigante se quedó con la boca abierta viendo cómo, lo que él creía una piedra, se perdía en la lejanía. Gigante: ¡Diablo, me has ganado, ratón! Bueno, veamos ahora a ver quién saca más agua de una piedra.
Narrador: Y fueron a ver quién sacaba más agua de una piedra. Cogió el gigante una piedra y la hizo pedazos apretándola. Juan sacó disimuladamente el huevo del morral y lo apretó también. Claro, como salía más agua del huevo, dijo el gigante admirado:
Gigante: ¡Diablo, que me has ganado otra vez!
Juan: Si todavía no está usted convencido de que a todo le gano, vamos a otra cosa.
Gigante: Pues ahora vamos al que coma más gachas.
Narrador: Y fueron al que comiera más gachas. El gigante hizo un puchero de gachas y se pusieron a comer. El gigante comía una barbaridad. Pero Juan se hacía el que comía y echaba las gachas en el morral que se había atado al cuello. Cuando el gigante se hartó:
Gigante: Bueno, Juan Chiruguete, yo ya no como más. Y tú ¿qué tal estás de gachas?
Juan: Cállese, hombre, que yo apenas voy comenzando a comer.
Narrador: Y con las dos manos hacía que comía gachas, y las echaba en el morral. Y ya el gigante dijo:
Gigante: ¡Basta ya, hombre del diablo! Ya me has ganado otra vez. Ahora vamos a la última. Vamos a correr, que a eso no me gana nadie.
Juan: Está bien, pero en mi pueblo al pequeño siempre le dan ventaja y le dejan correr primero.
Gigante:
Está
bien, te daré hasta aquel árbol de ventaja. ¡Vamos, empieza a
correr!
Narrador: Cuando Juan perdió de vista el gigante, comenzó a tirar las gachas de su morral por todo el camino. El gigante al ver las gachas en el suelo dijo: Gigante: ¡Pillastre, conque te has abierto la panza para sacar las gachas y así correr más aprisa. Ahora verás, yo haré lo mismo.
Narrador: Y el muy tonto sacó su cuchillo y se abrió la panza de arriba a bajo. Claro está, en menos de cinco minutos había muerto. Entonces salió Juan de su escondite, lo ató con la cuerda que llevaba y dejándolo tendido en el suelo, se encaminó hacia el palacio del rey. Cuando llegó éste le preguntó:
Narrador: Cuando Juan perdió de vista el gigante, comenzó a tirar las gachas de su morral por todo el camino. El gigante al ver las gachas en el suelo dijo: Gigante: ¡Pillastre, conque te has abierto la panza para sacar las gachas y así correr más aprisa. Ahora verás, yo haré lo mismo.
Narrador: Y el muy tonto sacó su cuchillo y se abrió la panza de arriba a bajo. Claro está, en menos de cinco minutos había muerto. Entonces salió Juan de su escondite, lo ató con la cuerda que llevaba y dejándolo tendido en el suelo, se encaminó hacia el palacio del rey. Cuando llegó éste le preguntó:
Rey:
Juan, ¿has matado al gigante?
Juan: Sí, majestad, en medio del bosque está, atado y con las tripas al aire. Narrador: Entonces trajeron al gigante a palacio y el rey muy contento casó a su hija la princesa con Juan de Chiruguete. Éste muy contento no paraba de repetir:
Juan: Yo soy Juan de Chiruguete, mata ocho y espanta siete.
Juan: Sí, majestad, en medio del bosque está, atado y con las tripas al aire. Narrador: Entonces trajeron al gigante a palacio y el rey muy contento casó a su hija la princesa con Juan de Chiruguete. Éste muy contento no paraba de repetir:
Juan: Yo soy Juan de Chiruguete, mata ocho y espanta siete.
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