El
hacha del leñador.
(Fábula)
Narrador:
Un pobre leñador salía cada mañana con su hacha al hombro camino
del bosque para ganarse la vida para él y toda su familia.
Un
día tuvo la desgracia que cortando una encina su hacha se le cayera
al río. Angustiado comenzó a gemir.
Leñador:
¡Triste de mí! ¿Con qué voy a ganarme la vida ahora si acabo de
perder la única herramienta que poseo para ello?
Narrador:
De pronto vio aparecer un ser desconocido y extraño.
Genio:
Buen hombre, ¿qué te pasa? ¿Por qué gimes en mi bosque? Soy el
genio que cuida este encinar y no me gusta que la gente que me visita
esté triste.
Leñador:
¡Ay, buen genio! Mucho siento apenarte, pero se me acaba de caer al
río la única herramienta que tengo para darle pan a mis hijos. ¡Ay,
qué será de nosotros!
Genio:
¡Bah!, no te preocupes por tan poca cosa; pronto la tendrás de
nuevo; vas a ver.
Narrador:
Metió el genio su enorme brazo dentro del río y sacó un hacha de
plata.
Genio:
¿Es ésta tu hacha, buen hombre?
Leñador:
¡Oh no, señor! Mi hacha es simplemente de hierro y ésta es de
plata.
Genio:
Está bien. Probaré de nuevo. A ver, a ver...; ya la tengo, aquí
está. ¿Es ésta tu hacha, leñador?
Leñador:
¡Oh no, señor genio! Este hacha es de oro y la mía es de hierro.
Genio:
Está bien. Probaré de nuevo. A ver, a ver...; aquí parece que hay
algo afilado..., sí, sí ¡aquí hay otro hacha! ¿Es ésta tu
hacha, leñador?
Leñador:
Sí, señor, muchas gracias, ésta es mi hacha.
Genio:
Eres un buen hombre y tu honradez bien merece un premio. Toma estas
otras dos hachas: la de plata y la de oro. Además toma también esta
bolsa ; cógela, está llena de monedas de oro; te la mereces por tu
honradez.
Narrador:
Tan feliz y contento marchó el leñador que al llegar a su casa
contó a grandes voces a su mujer e hijos lo que le había pasado. Un
vecino envidioso y egoísta oyó lo que decía, cogió su hacha y se
dirigió al bosque. Directamente echó el hacha al río y comenzó a
gemir.
Genio:
¿Qué te ocurre?
Vecino:
¡Ay, qué mala suerte tengo! Soy pobre y encima se me cae el hacha
al río, maldita sea.
Genio:
No maldigas, todo se puede arreglar. Verás la buscaré con mi brazo
dentro del río. A ver, a ver...¡Ya la tengo! ¿Es ésta tu hacha,
leñador?
Vecino:
¡Que va señor! Ese hacha es de plata y la mía, aunque sea pobre,
es de oro.
Genio:
¡Ah sí! ¿Conque esas tenemos? Eres un egoísta y embustero. Ahora
te quedarás sin nada, no tendrás ni hacha de plata, ni de oro, ni
siquiera de hierro, porque yo no pienso tomarme la molestia de sacar
del río la que acabas de tirar.
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