El
Campesino, el Oso y la Zorra.
(Afanasiev.
Adaptado)
Narrador:
Un día un campesino estaba labrando su campo,cuando se acercó a él
un Oso y le gritó:
Oso:
¡Campesino, te voy a matar!
Campesino:
¡No me mates! Yo sembraré los nabos y luego los repartiremos entre
los dos; yo me quedaré con las raíces y te daré a ti las hojas.
Narrador:
Consintió el Oso y se marchó al bosque. Llegó el tiempo de la
recolección. El campesino empezó a escarbar la tierra y a sacar los
nabos, y el Oso salió del bosque para recibir su parte.
Oso:
¡Hola, campesino! Ha llegado el tiempo de recoger la cosecha y
cumplir tu promesa.
Campesino:
Con mucho gusto, amigo. Si quieres, yo mismo te llevaré tu parte.
Narrador:
Y después de haber recogido todo, le llevó al bosque un carro
cargado de hojas de nabo. El Oso quedó muy satisfecho de lo que él
creía un honrado reparto.
Un
día el aldeano cargó su carro con los nabos y se dirigió a la
ciudad para
venderlos;
pero en el camino tropezó con el Oso, que le dijo:
Oso:
¡Hola, campesino! ¿Adónde vas?
Campesino:
Pues, amigo, voy a la ciudad a vender las raíces de los nabos.
Oso:
Muy bien, pero déjame probar qué tal saben.
Narrador:
Apenas el Oso los probó, rugió furioso:
Oso:
¡Ah, miserable! ¡Cómo me has engañado! ¡Las raíces saben mucho
mejor que las hojas! Cuando siembres otra vez, me darás las raíces
y tú te quedarás con las hojas.
Campesino:
Bien.
Narrador:
Y en vez de sembrar nabos sembró trigo. Llegó el tiempo de la
recolección y tomó para sí las espigas, las desgranó, las molió
y de la harina amasó y coció ricos panes, mientras que al Oso le
dio las raíces del trigo.
Viendo
el Oso que otra vez el campesino se había burlado de él, rugió:
Oso:
¡Campesino! ¡Estoy muy enfadado contigo! ¡No te atrevas a ir al
bosque por leña, porque te mataré en cuanto te vea!
Narrador:
Cuando no tuvo más remedio entró sigilosamente en el bosque en
busca de leña. La zorra salió a su encuentro.
Zorra:
¿Qué te pasa? ¿Por qué andas tan despacito?
Campesino:
Tengo miedo de encontrar al Oso, que se ha enfadado conmigo,
amenazándome con matarme si me atrevo a entrar en el bosque.
Zorra:
No te apures, yo te salvaré; pero dime lo que me darás a cambio.
Campesino:
No seré avaro: si me ayudas, te daré una docena de gallinas.
Zorra:
Conforme. No temas al Oso; corta la leña que quieras y entre tanto
yo
daré
gritos fingiendo que han venido cazadores. Si el Oso te pregunta qué
significa ese ruido dile que corren los cazadores por el bosque
persiguiendo a los lobos y a los osos.
Narrador:
El campesino se puso a cortar leña y pronto llegó el Oso corriendo
a todo correr.
Oso:
¡Eh, viejo amigo! ¿Qué significan esos gritos?
Campesino:
Son los cazadores que persiguen a los lobos y a los osos.
Oso:
¡Oh, amigo! ¡No me denuncies a ellos! Protégeme y escóndeme
debajo de tu carro.
Narrador:
Entretanto la Zorra, que gritaba escondiéndose detrás de los
zarzales, preguntó:
Zorra:
¡Hola, campesino! ¿Has visto por aquí a algún oso?
Campesino:
No he visto nada.
Zorra:
¿Qué es lo que tienes debajo del carro?
Campesino:
Es un tronco de árbol.
Zorra:
Si fuese un tronco no estaría debajo del carro, sino en él y atado
con una cuerda.
Narrador:
Entonces el Oso dijo en voz baja al campesino:
Oso:
Ponme lo más pronto posible en el carro y átame con una cuerda.
Narrador:
El campesino no se lo hizo repetir. Puso al Oso en el carro, lo ató
con una cuerda y empezó a darle golpes en la cabeza con el hacha
hasta que lo mató.
Pronto
acudió la Zorra y dijo al campesino:
Zorra:
¿Dónde está el Oso?
Campesino:
Ya está muerto.
Zorra:
Está bien. Ahora, amigo mío, tienes que cumplir lo que me
prometiste.
Campesino:
Con mucho gusto, amiguita; vamos a mi casa y allí te daré las
gallinas.
Narrador:
El campesino se sentó en el carro y se dirigió a su casa, y la
Zorra iba corriendo delante.
Al
acercarse a su cabaña, el campesino silbó a sus perros azuzándolos
para que cogiesen a la Zorra. Ésta echó a correr hacia el bosque, y
una vez allí se escondió en su cueva. Después de tomar aliento
empezó a preguntar:
Zorra:
¡Hola, mis ojos! ¿Qué habéis hecho mientras corría?
Ojos:
¡Hemos mirado el camino para que no dieses un tropezón!
Zorra:
¿Y vosotros, mis oídos?
Oídos:
¡Hemos escuchado si los perros se iban acercando!
Zorra:
¿Y vosotros, mis pies?
Pies:
¡Hemos corrido a todo correr para que no te alcanzaran los perros!
Zorra:
Y tú, rabo, ¿qué has hecho?
Rabo:
Yo me metía entre tus piernas para que tropezases conmigo, te
cayeses
y los perros te mordiesen con sus dientes.
Zorra:
¡Ah, canalla! ¡Pues recibirás lo que mereces!
Narrador:
Y sacando el rabo fuera de la cueva, exclamó:
Zorra:
¡Comedlo, perros!
Narrador:
Éstos cogieron con sus dientes el rabo, tiraron, sacaron a la Zorra
de su cueva y la hicieron pedazos.
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