jueves, 30 de mayo de 2013

Hércules 3ª parte.

Julia Rodríguez Morales.

Hércules 3ª Parte: El regreso a Tebas.
(Adaptado de Christian Grenier. Los doce trabajos de Hércules. Editorial Anaya)

Filos: ¡Majestad, se acerca un ejército encabezado por Ergino! ¡Vienen dispuestos a combatir, y nosotros todavía no estamos preparados.

Narrador: Efectivamente, humillado por la afrenta que había hecho a sus embajadores, el rey de la ciudad de Orcómeno venía a declarar la guerra a Tebas. Anfitrión, el rey de Tebas, a fin de ganar tiempo, quería negociar, pero Hércules intervino:

Hércules: ¡Padre, déjame que me ponga al frente de los más valientes soldados de tu ejército y verás de lo que soy capaz!
Anfitrión: ¡Tómalos y vete a luchar, Hércules! ¡Pero no hagas mal uso de tu fuerza! Creonte, mi más prudente ministro, quedas al cargo de la ciudad. Si me sucediera alguna desgracia, tú serás el nuevo rey de Tebas. ¡Así lo dispongo! ¡Si Ergino quiere la guerra, la tendrá!

Narrador: Se inició la desigual batalla en la que Ergino dio orden a sus arqueros de que apuntaran al rey de Tebas, que atravesado por varias flechas, yacía en medio de charco de sangre.

Anfitrión: ¡Socorro, Hércules!
Hércules: ¡Ay, padre, no me abandones!
Filos: ¡Tu padre ha muerto, Hércules! Ahora no te queda más remedio que acabar lo que has emprendido.

Narrador: Hércules comprendió que no sólo era necesario utilizar la fuerza para ganar aquella guerra. Era preciso también demostrar prudencia e inteligencia, como le había recomendado Minerva. Se alejó de su ejército y trepó hasta la cumbre del Citerón con el fin de desviar el curso del río hacia el valle donde se celebraba la batalla. Esta tarea le llevó varios días. Cuando todo estaba preparado, ordenó a su ejército que se retirara y derribó con una enorme rama de oliva el muro de tierra que daría salida al agua hacia el valle. Los soldados de Ergino no tuvieron tiempo para darse cuenta de lo que sucedía: ¡el río los arrastró y todos perecieron ahogados! Mientras, el rey de Orcómeno, vociferaba desde una loma:

Ergino: ¡Me vengaré! ¡Juro que me vengaré! ¡La ciudad de Tebas será arrasada!
Narrador: Hércules tomó una flecha y apuntando con cuidado, soltó la cuerda. La flecha atravesó silbando todo el valle... ¡y fue a clavarse en el cuello de Ergino! Hércules, ante los supervivientes del ejército enemigo, pronunció estas palabras:

Hércules: Os perdono la vida. Pero, de hoy en adelante, la ciudad de Orcómeno pagará un tributo anual a Tebas de doscientos bueyes.

Narrador: El nuevo rey de Tebas, Creonte, hombre bueno y prudente, lo acogió como un libertado:

Creonte: El palacio está a tu disposición, Hércules. Esta es tu casa. Si quieres algo, trataré de satisfacer tus deseos.

Narrador: Creonte tenía una hija, Mégara, a la que las hazañas de Hércules no le eran indiferentes. Su dulzura y paciencia dejaron huella en el corazón del joven. Una mañana fue a ver a Creonte y le dijo con toda franqueza:

Hércules: Creonte, estoy enamorado de tu hija Mégara. Sé que ella también me quiere. Vengo a pedirte su mano.
Creonte: ¡Hércules, nada podría agradarme más! ¡Casaos y sed felices! ¡Después de todas las pruebas que has padecido, espero que puedas conocer la felicidad!

Narrador: Hércules se casó con Mégara y tuvieron tres hijos. Durante varios años reinó la felicidad, pero Juno, en el monte Olimpo, rumiaba su venganza y esperaba su momento para intervenir una vez más:

Juno: ¡Es preciso que Hércules se vuelva loco! Erinias, divinidades infernales, que Hércules pierda la cordura para que se haga justicia!

Narrador: Poco después, cuando Mégara y sus hijos se disponían a ofrecer un sacrificio a los dioses ante el altar de piedra de su hogar, Hércules apareció poseído por la locura. Se abalanzó sobre ellos y levantando la pesada piedra del altar la arrojó sobre toda su familia. Alcmena, la madre de Hércules, acudió precipitadamente ante los gritos. Todo fue inútil: su mujer y sus tres hijos perecieron en el acto. Pero desde el Olimpo, Minerva, diosa de la sabiduría, acudió en ayuda de Alcmena:

Minerva: ¡Duérmete Hércules! ¡Te ordeno que te sumas en el sueño!

Narrador: Cuando Hércules despertó, contempló horrorizado cómo en un ataque de locura inexplicable acababa de matar a los seres que más quería en el mundo.

Hércules: ¡Quiero morirme! ¿Para qué voy a vivir si los dioses han querido que sea el asesino de mi propia familia? ¡Madre, si la muerte no me quiere, dime tú con qué castigo puedo expiar mis crímenes!
Alcmena: Lo que los dioses hayan decidido, sólo los dioses podrán revelártelo, Hércules.
Hércules: ¡Voy a consultar a los dioses! Así, sabré la verdad y conoceré la causa de mis desgracias y el destino que me han trazado.

Narrador: Hércules puso rumba a Delfos para consultar el oráculo del dios Apolo, hijo de Júpiter. Allí esperaba que la Pitia, la mujer que hablaba por boca del dios, respondiera a su pregunta: ¿cómo podía expiar sus culpas? En realidad, era el mismo Júpiter en persona quien respondía a la pregunta que le formulara un mortal. Sus palabras se las transmitía a su hijo Apolo quien, a su vez, se las repetía a la Pitia por cuya boca habla el dios. Allí estaba ella, sentada en un taburete de tres patas situado en una grieta por donde salía una humareda del interior de la tierra. Hércules no tuvo tiempo de formular la pregunta, en cuanto llegó ante la mujer ella habló con voz clara y potente:

Pitia: Eres Hércules, un semidiós, un héroe, el hijo que me dio Alcmena. Si has cometido tantos crímenes, es porque Juno, por celos, hizo que te volvieras loco. Con ello, pretendía recordarme una promesa y el acuerdo que habíamos concluido.
Hércules: ¿Una promesa? ¿Un acuerdo?
Pitia: Ve a Tirinto, Hércules. Allí encontrarás a tu primo Euristeo, rey de Micenas. Ponte a su servicio durante ocho años y obedécele sin rechistar. Tienes que cumplir las tareas que te encomiende. Te impondrá doce trabajos, y ese será el único medio de lavar tus crímenes y de acatar la voluntad de los dioses.

Narrador: Ahora, Hércules ya conocía la verdad. ¡Era hijo de Júpiter y objeto de rivalidad entre las dos divinidades mayores del Olimpo! Aquella misma tarde emprendió viaje hacia Tirinto. Había llegado el momento de demostrar que era un héroe, pero esa, esa es otra historia...


El audio y vídeo de este relato lo tienes aquí.
Audios y textos de esta categoría reunidos, aquí.



No hay comentarios: