jueves, 30 de mayo de 2013

Hércules 2ª parte.

Julia Rodriguez Morales.

Hércules 2ª Parte: Infancia y juventud.
(Adaptado de Christian Grenier. Los doce trabajos de Hércules. Editorial Anaya)

Narrador: Al poco tiempo, un fuerte relámpago despertó a Anfitrión en medio de la noche. Era Júpiter que se presentaba ante el rey de Tebas:

Júpiter: ¡A Hércules le aguarda un destino glorioso! Encárgate de su formación y edúcalo como si fuera tu propio hijo. Pero desconfía de las estratagemas de mi esposa Juno, que ha jurado acabar con mi hijo.
Anfitrión: Así haré, poderoso Júpiter.

Narrador: Hércules desde pequeño demostró poseer una especial habilidad en el manejo de las armas así como una descomunal fuerzas, pero rehuía el conocimiento de la gramática y el cálculo que le resultaban muy aburridas.
Cierto día discutía con su maestro Lino:

Lino: Para que te consueles, Hércules, te dejo elegir el libro sobre el que trabajaremos hoy.
Hércules niño: Son todos muy aburridos: tragedias, odas, poemas... Espera, este me gusta.
Lino: ¡Te burlas de mí! Es un libro de cocina.
Hércules niño: ¡Pero tú me dijiste que hoy podría elegir!
Lino: ¡En eso se reconoce tu glotonería! ¡No piensas más que en comer y pelearte! ¡Estoy perdiendo el tiempo contigo! ¡Así que me marcho!

Narrador: Hércules de un manotazo obligó a su maestro a sentarse.

Hércules niño: ¡Vamos a trabajar sobre el texto que yo he elegido, como tú dijiste!

Narrador: Lino, irritado, le dio una bofetada. ¡Jamás hasta entonces nadie se había atrevido a ponerle una mano encima! Hércules le arrojó el taburete sobre el que estaba sentado a la cabeza y el maestro cayó al suelo.

Hércules niño: ¡Lino, por favor, perdóname! ¡Lino, contéstame, te lo ruego!

Narrador: Pero, Lino, no podría ya contestarle jamás pues estaba muerto. Anfitrión dudaba sobre si revelarle el secreto sobre su origen divino, causa de de la desmesurada fuerza que tenía. Pensó que todavía no había llegado la hora, pero se reunió con él y le dijo:

Anfitrión: No eres más que un niño, Hércules, pero tienes que expiar tu culpa. Saldrás de este palacio y te irás al monte Citerón a vivir con los pastores. ¡Ojalá, que en medio de la naturaleza, puedas ejercer esa fuerza que te domina y hacer algo útil por aquellos con quienes compartirás su existencia! No volverás a palacio hasta que cumplas dieciocho años.

Narrador: Juno, que observaba a los hombres desde el monta Olimpo, no pudo reprimir su alegría:

Juno: ¡Este joven héroe es tan impulsivo que el mismo corre a su perdición! Ni siquiera va a ser necesario que intervenga.

Narrador: Transcurrió el tiempo y su cuerpo se fue robusteciendo todavía más y su hermosura llegó a ser impresionante. Pero, temeroso de su propia fuerza, medía todos sus actos para no provocar ningún hecho irreparable.
Una mañana, uno de los pastores con los que vivía fue a quejarse en el campamento:

Pastor: ¡El león que arrasa este monte me ha comido seis corderos! ¡Quién podrá liberarnos de ese monstruo! ¡Ninguno de los cazadores del rey Anfitrión se atreve a enfrentarse a él!

Narrador: Aquella misma noche armado con jabalina y espada, Hércules, se lanzó en su persecución. Un mes duró aquel acoso hasta que una mañana el animal se detuvo exhausto. De un golpe, Hércules lo traspasó con su lanza y luego lo descuartizó:

Hércules: Mañana me presentaré ante las puertas de Tebas con su piel. Ya he cumplido dieciocho años y puede que mi padre me perdone.

Narrador: Al día siguiente, cerca de la ciudad, se encontró con un grupo de gente que también se encaminaban a ella. Se ciñó la piel de león sobre sus hombros y se dirigió a ellos:

Hércules: ¿Qué motivo os lleva a Tebas? ¿Acaso vais a rendir homenaje a mi padre, el rey Anfitrión?
Emisario: ¿Homenaje? ¡Él es el que tiene que darnos cuentas!
Hércules: ¡Qué cuentas! ¡Explicaos!
Emisario: Somos embajadores de Ergino, rey de la ciudad de Orcómeno, venimos, como todos los años, a reclamar al rey Anfitrión el tributo de cien bueyes por el delito que antaño cometió la ciudad.
Hércules: ¿De cuál delito habláis?
Emisario: Pues, la verdad es que ya no nos acordamos pero se sigue manteniendo la tradición del tributo.
Hércules: ¡No debió ser muy grave esa falta cuando ya la habéis olvidado! Así que dad media vuelta y no se os ocurra volver a aparecer por Tebas!

Narrador: Los emisarios de Ergino blandieron sus espadas y Hércules, midiendo los golpes con toda precisión, fue cercenándoles las orejas o la nariz a cada uno de ellos. Luego les ató las manos a la espalda y les colgó sus apéndices al cuello.

Hércules: Ya podéis regresar junto a vuestro amo. ¡Y no olvidéis decirle que esos collares son el tributo que les envía la ciudad de Tebas.

Narrador: El regreso de Hércules a palacio se celebró con una gran fiesta. El héroe le entregó a Anfitrión la piel de león que había cazado y, luego, le contó cómo había logrado liberar a la ciudad de su deuda. Al oír esta hazaña, el rey frunció el entrecejo y dijo:
Anfitrión: Mucho me temo que Ergino no va a estar muy contento del trato que le has dado a sus embajadores...

Narrador: Pero esa..., esa es otra historia.


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