lunes, 11 de marzo de 2019

El ahijado del rey

El ahijado del rey. 1ª Parte.
(Adaptado de “Cuentos populares del mediterráneo”, Ana Cristina Herreros, Edit. Siruela).

Narrador: Había una vez un rey que emprendió un largo viaje por mar, pero en mitad de la noche se desató una fuerte tempestad que hizo naufragar la nave.
Marinero: ¡Estamos perdidos, majestad, tendremos que abandonar el barco o nos iremos con ella al fondo del mar!
Capitán: ¡Abandonad la nave, nos hundimos! ¡Agarraos a todo lo que flote y que Dios reparta suerte!
Narrador: El rey y algunos marineros más sobrevivieron y fueron arrastrados por el mar hasta la isla de Chipre. Allí, solos en la noche, se dirigieron hacia la única luz que brillaba a lo lejos que procedía de la cabaña de un pastor.
Rey: Buenas noches, pastor.
Pastor: Buenas noches, sed bienvenidos.
Narrador: El pastor mató a un cordero para asarlo y agasajar a sus invitados. Sucedió que aquella misma tarde la mujer del pastor tuvo un hijo y el rey le dijo:
Rey: Escucha, pastor, soy rey de un país no muy lejano y me gustaría bautizar a tu hijo recién nacido. Después me iré.
Pastor: Como guste su majestad.
Narrador: Al cabo de tres días, el rey bautizó al niño y se convirtió en su padrino. Luego, cuando llegó el momento de marcharse, el rey le dio un anillo al pastor y le pidió que le enviase a su hijo cuando llegase a la mayoría de edad.
Cuando el chico cumplió los dieciséis años, su padre le dijo:
Pastor: Ha llegado el momento, hijo mío, de que te presentes ante tu padrino, el rey. Márchate y lleva contigo mi bendición.
Narrador: Por el camino se cruzó con un hombre calvo que no tenía ni un pelo en la cabeza que le dijo:
Calvo: ¿Adónde vas, muchacho?
Hijo: Mi padrino el rey me ha dado este anillo y voy a presentarme ante él.
Calvo: En ese caso llévame contigo. Si le dices al rey que soy de tu familia, quizá me de un trabajo.
Hijo: Vale, amigo, ven conmigo.
Narrador: Caminaron durante mucho tiempo. Tenían sed pero no encontraron agua por ningún sitio. Al fin, encontraron un pozo. El agua estaba muy profunda. Entonces el calvo le propuso al chico:
Calvo: Mira, bajaría yo, pero tú pesas menos. Yo te sujeto con una cuerda. No tengas miedo, que te sujeto con fuerza.
Narrador: El chico bajo al fondo del pozo atado por la cuerda. Allí la soltó y la ató a la jarra de agua para subirla, y el calvo bebió.
Hijo: Ahora, échame la cuerda para que suba yo.
Calvo: ¿Subir tú? He sudado mucho para bajarte ¿y ahora quieres que te suba? Mira, sólo si me das el anillo y le dices al rey que soy yo su ahijado y que tú eres mi criado, entonces te sacaré del pozo.
Narrador: El chico tuvo que aceptar lo que le proponía el calvo si quería salvar su vida.
Calvo: Júrame que nunca dirás la verdad.
Hijo: Juro por mi vida que no te denunciaré hasta la muerte.
Narrador: Después de subirlo se pusieron en camino hasta el palacio del rey.
Soldado: ¿Alto! ¿Quién va? ¿Qué queréis forasteros?
Calvo: El ahijado del rey acompañado de su sirviente. Aquí porto el anillo que lo atestigua.
Soldado: Está bien, si eres el ahijado del rey, puedes entrar.

El ahijado del rey. 2ª Parte.

Narrador: El rey no podía creer que aquel calvo tan feo fuese su ahijado. Pero ¿qué le iba a hacer? Lo alojó en palacio y al chico lo mandó a las cuadras a cuidar a los caballos. Con el tiempo el chico se hizo amigo de la vieja criada del rey.
Un día el chico miraba un nido de golondrinas. Mamá golondrina reñía a su marido por haber tardado tanto en traer la comida para sus crías. El chico se echó a reír. El calvo y el rey pasaron por allí:
Calvo: Ve, majestad, se burla de mi porque soy calvo.
Rey: ¿Por qué te ríes?
Hijo: Majestad, las golondrinas se comportan como los humanos. Ella riñe a su marido por haber tardado tanto en traer la comida a las crías.
Calvo: Ya que entiende el lenguaje de los animales, mandadle a la India a buscar el pájaro de Pipirís.
Rey: Eso muchacho, tráeme ese pájaro o te cortaré la cabeza.
Narrador: Ya a solas, la criada del rey, viendo la preocupación del muchacho, le dijo:
Criada: Diablos, te envían a la mismísima muerte. Han ido a buscar ese pájaro cientos de hombres y todos murieron porque ninguno ha vuelto con él. De todos modos, yo sé de un caballo, que si consigues montarlo, te llevará por los aires hasta la India. Cuando llegues, espera a que las dos hogueras se apaguen y espolea entonces a tu caballo para pasar por encima de ellas. El pájaro de Pipirís tiene su nido en la rama de un árbol todo de oro. Cuando lo atrapes, vuelve a todo galope.
Narrador: Todo lo que había dicho la vieja criada era verdad y el chico siguió sus consejos. Cuando regresó al palacio con el pájaro el calvo se asombró mucho de verlo regresar con vida. A los pocos días le dijo al rey:
Calvo: Padrino, pídele al chico que nos traiga a Blondina, la muchacha de los cabellos de oro.
Rey: No le podemos pedir algo así. Todos los que lo intentaron murieron en el empeño. Blondina ha construido las torres de su castillo con las cabezas de los pretendientes y sus esqueletos sirvieron para construir los muros.
Narrador: Pero tanto insistió que el rey acabó cediendo:
Rey: Ve y tráeme a Blondina.
Narrador: De nuevo la vieja criada tuvo que consolar al muchacho:
Criada: ¿Qué te pasa, muchacho?
Hijo: Que quieren que traiga a Blondina.
Criada: Ay, hijo mío,qué tarea tan difícil te piden. Te diré qué puedes hacer. Pide al rey que te dé cuarenta odres llenos de miel, cuarenta llenos de mijo y un saco lleno de monedas de oro. Si haces lo que te digo, todo saldrá bien.
Narrador: Todo lo que pidió le fue concedido. Cuando se hizo de noche llegó con su caballo a un gran pozo. Entonces el caballo le dijo:
Caballo: Déjame pastar mientras tu duermes.
Narrador: Pero al poco tiempo el caballo le interrumpió su sueño:
Caballo: ¡Vamos, de prisa, hay inocentes en peligro!
Narrador: Efectivamente, una serpiente enroscada de un árbol cercano amenazaba con sus fauces abiertas las crías de un águila que estaban indefensas en su nido. El chico trepó por el tronco, desenvainó su espada y de un certero tajo mató a la serpiente. En esto llegó la madre de las crías de águila agitando sus alas:
Águila: ¡Cómo te atreves a atacar a mis pobres crías con tu espada, cobarde? ¡Te arrancaré los ojos con mis garras y sabrás lo que es el poder de un águila!
Aguilucho: ¡No, mamá! ¡Él nos ha salvado la vida, mató a la serpiente que quería devorarnos!
Aguila: ¿Qué quieres recibir por el bien que nos has hecho?
Hijo: Nada.
Aguila: Coge esta pluma. Cuando necesites mi ayuda, ponla encima de unas brasas y yo llegaré volando en tu ayuda.
Narrador: El chico siguió cabalgando hasta que llegaron a un bosque. El caballo al observar un enorme hormiguero le dijo:
Caballo: Baja de mi grupa y llévame de la brida para no pisar el hormiguero.
Hijo: ¡Qué buena vista tienes amigo! Ya está. Iremos con cuidado.
Narrador: Al salir del bosque se encontraron con la reina de las hormigas y su destacamento de soldados.
Reina Hormigas: ¡Eh, vosotros, por dónde habéis pisado! ¿No habréis aplastado a mis tropas?
Hijo: No, hemos venido con cuidado para no hacerles daño, pero, ¿por qué estáis tan lejos del hormiguero?
Reina Hormigas: Ay, hemos tenido que salir del bosque en busca de comida, pero aquí tampoco encontramos nada.
Narrador: Entonces el chico vació los cuarenta odres de mijo que le había pedido al rey y se los ofreció a la reina de las hormigas.
Reina Hormigas: Por este bien que nos has hecho, coge esta alita. Cuando me necesites, sólo tienes que ponerla sobre unas brasas y yo acudiré en seguida.
Hijo: Gracias, Reina de las Hormigas. Ahora, debo seguir mi camino.
Narrador: Cabalgó y cabalgó hasta que llegó al mar y en la orilla se encontraron con un enorme pez tirado que se agitaba intentando volver al mar. El chico lo cogió y lo devolvió al agua. El pez le dijo:
Pez: Por este bien que me has hecho, ¿qué quieres que te dé?
Hijo: Nada
Pez: Coge esta escama. Cuando me necesites, ponla sobre unas brasas y yo llegaré para ayudarte.
Narrador: El chico continuó su camino, pero al llegar a un arroyo vio como el agua arrastraba un panel de abejas. Con la punta de sus espada lo sacó del agua y luego volcó los cuarenta odres de miel. Las abejas, se la comieron toda, y así, bien alimentadas, pudieron reponerse de su desventura.
Reina Abejas: Por este bien que nos has hecho quiero que cojas este aguijón. Cuando me necesites, ponlo sobre unas brasas y yo llegaré zumbando.
Narrador: Cogió el aguijón y se lo metió en el bolsillo, junto a todo lo demás: la escama, la alita y la pluma. Siguió caminando y se encontró con una vieja.
Hijo: Buenos días, abuela, ¿podría decirme dónde vive Blondina?
Vieja: Vive aquí. Pero es mejor que sigas tu camino si no quieres encontrar la muerte en este lugar.
El ahijado del rey. 3ª Parte.

Narrador: Pero él siguió hasta que llegó al palacio y se presentó ante el rey, padre de la princesa Blondina.
Padre Blondina: Bienvenido seas a nuestro reina. Dime, ¿qué te trae por aquí?
Hijo: He venido para pediros a a vuestra hija Blondina.
Padre Blondina: Te la daré si consigues traerme ante de tres días este anillo que ves en mi mano y que ahora mismo voy a tirar al mar. Si no lo encuentras te cortaré la cabeza.
Narrador: El chico se dirigió con su caballo al mar. Allí encendió un fuego y sobre las brasas del fuego echó la escama del pez. Éste asomó en la superficie del agua.
Pez: ¿Qué puedo hacer por ti, amigo?
Hijo: El anillo que el rey ha tirado al agua. Si no lo encuentro me cortará la cabeza.
Narrador: Y el pez convocó a todos los peces del mar y se pusieron a buscar hasta que lo encontraron.
Pez: Toma. Aquí tienes el anillo.
Narrador: Sin más tardanza se lo llevó al padre de Blondina.
Padre Blondina: Muy bien, joven. Pero todavía te queda otra prueba. Voy a mezclar todo el grano que hay en el reino. Tienes una noche para separar el grano mezclado. Si lo consigues, te daré a mi hija, si no, te cortaré la cabeza.
Narrador: El chico se acordó del alita de la reina de las hormigas y la convocó según lo convenido. Ésta reunió a todo su ejército y en dos horas estaba todo el grano separado. Cuando el rey llegó a la mañana siguiente al granero, vio que todo el grano estaba separado: el trigo, la cebada y el maíz.
Padre Blondina: Muy bien, lo has logrado de nuevo. Pero todavía tendrás que superar una última prueba. Tienes que traerme el agua de la vida, si no lo consigues, ya sabes, te cortaré la cabeza.
Narrador: El chico no sabía que hacer, pero colocó sobre las brasas la pluma del águila.
Águila: ¿En qué puedo ayudarte, amigo?
Hijo: El rey me ha pedido que le traiga el agua de la vida, si no lo consigo, me cortará la cabeza.
Águila: No te preocupes. El agua de la vida se encuentra en el interior de aquella montaña. Pide que te hagan una copa de oro y espérame allí.
Narrador: Cuando el chico tuvo la copa se dirigió a la montaña y se la entregó al águila. Ésta penetró en el interior, la llenó con el agua de la vida y se la devolvió al chico. Al día siguiente, el chico se la llevó al rey.
Padre Blondina: Veamos si es de verdad el agua de la vida.
Narrador: Y cogiendo su espada, le cortó el cuello al primero que encontró. Vertió el agua de la vida y el desgraciado volvió a su ser como si nada hubiese pasado.
Padre Blondina: Está bien, te daré a mi hija. Pero todavía te queda otra prueba: vendrán a esta habitación treinta y nueve chicas y también mi hija, todas irán vestidas de rojo y tendrán la cara cubierta. Entre las cuarenta deberás escoger, y la que escojas, ésa te llevarás.
Narrador: El chico recurrió al aguijón de la abeja que cuando se presentó lo tranquilizó diciendo:
Reina Abejas: No tengas miedo. Ahora mismo voy a buscar a la princesa y antes de que se cambie de ropa le haré una marca. Después, cuando la pongan con las otras treinta y nueve, volaré encima de ella y así no podrás equivocarte.
Narrador: Y así sucedió. Cuando las cuarenta muchachas estuvieron juntas, el chico supo a quién elegir. El rey ya no pudo someterlo a más pruebas.
Padre Blondina: Muy bien. El cielo te ha sido propicio, has elegido a mi hija. Tuya es.
Narrador: El chico llevó a Blondina al palacio de su padrino el rey. En cuanto llegó, el calvo se enamoró perdidamente de ella y para liberarse del chico le dijo al rey:
Calvo: Pídele al chico que trepe al manzano para coja los frutos más hermosos que son los más altos.
Rey: ¡Por Dios, no puedo pedirle eso! Esas manzanas están altísimas, podría caerse.
Calvo: Sí, sí, padrino, sí puedes, para este chico no hay hazañas imposibles.
Rey: ¡Olvídalo! Estás cada vez más caprichoso y consentido.
Narrador: Pero en cuanto el rey se dio media vuelta, el calvo le ordenó que subiera por las manzanas. El chico obedeció, pero una rama cedió y cayó al suelo con la manzana en la mano. Al comprobar el calvo que el chico había muerto, lo enterró allí mismo, en una zanja. Luego, se presentó ante Blondina con la manzana en la mano.
Blondina: ¿Y tú quién eres?
Calvo: Yo soy el amo de ese chico que os ha traído hasta aquí, y vuestro futuro esposo.
Blondina: ¡Vete de aquí inmediatamente! ¡Estúpido! ¡Presuntuoso! ¡Qué te has creído insolente!
Rey: ¿A qué vienen esos gritos, Blondina?
Blondina: Majestad, llevaos a este calvo medio loco, que no puedo ni verlo. Y haced que venga el que me ha traído hasta aquí porque es a él al único que quiero.
Rey: ¿Dónde está el chico?
Calvo: Se cayó del manzano y se mató. Así que lo enterré al pie del árbol.
Blondina: Vamos, hay que desenterrarlo inmediatamente. Y, tú, desgraciado, apártate de mi camino.
Calvo: Lo que tu digas mi querida Blondina.
Blondina: ¡Qué asco de hombre! ¡Vamos, es que no puedo con él...!
Narrador: Cuando sacaron el cuerpo del chico, Blondina le vertió el agua de la vida y el chico volvió a su ser.
Hijo: Y ahora, majestad, vais a conocer la verdad. Juré por mi vida que no lo denunciaría hasta la muerte, pero ahora que ya he muerto, no tengo que seguir cumpliendo el juramento y soy libre para contar la verdad de todo lo ocurrido.
Narrador: Y el chico contó toda la historia. El rey, cuando conoció el relato completo, ordenó que atasen al calvo a la cola de un caballo y lo arrastrasen por todo el reino. El chico se casó con Blondina y, cuando el rey murió, fue proclamado nuevo rey y reinó en aquel país.



El audio de este cuento dividido en tres partes lo tienes aquí.



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