La
princesa está triste.
(Carlo
Frabetti. Adaptado)
Cortesano:
!La princesa está triste!
Cortesana:
¿Qué tendrá la princesa?
Todos:
¡Oh, pobre princesa!
Narrador
1º: La cosa era para
estar preocupados.
Narradora:
Y sorprendidos.
Narrador
1º: Porque la princesa
era joven, hermosa, inteligente...
Narradora:
Tenía todo lo que una chica de su edad podía desear
Narrador
2º: Y más. Mucho más.
Narradora:
De modo que a la pregunta...:
Todos:
¿Qué tendrá la princesa?
Narradora:
Se podría contestar diciendo que la princesa lo tenía prácticamente
todo.
Narrador
2º: Tenía más cosas de
las que tú podrías pedir en un día.
Narrador
1º: Imagínate que te
pasas un día entero pidiendo cosas a la mayor velocidad posible.
Algo así como:
Narradora:
Quiero una bicicleta unos patines una pelota un caballo un canguro un
elefante un barco un globo un submarino un cofre lleno de monedas de
oro una bossa de canicas una casita de chocolate un circo de pulgas
una piscina una cama elástica un trapecio un columpio una cometa un
teatro de marionetas...
Narrador
1º: Sin comas ni nada,
para poder pedir más cosas por minuto.
Narrador
2º: Pues bien, si te
pasaras un día entero pidiendo cosas sin parar y te las dieran
todas, no tendrías tantas cosas como nuestra princesa.
Narradora:
Algunas de las cosas de la lista anterior no las tenía, claro, pues
era una princesa de las antiguas, de la época de los castillos y los
caballeros andantes.
Narrador
2º: No tenía bicicleta,
pues aún no se había inventado, y, por la misma razón, no tenía
un globo ni un submarino.
Narrador
1º: No tenía un
canguro, porque aún no se había descubierto Australia, que es donde
viven los canguros.
Narradora:
Tampoco tenía una casita de chocolate, pues aún no se había
descubierto América, que es de donde procede el cacao.
Narrador
2º: Pero como la
princesa nunca había oído hablar de las bicicletas ni de los globos
ni de los submarinos, ni de los canguros ni del chocolate, no podía
desear ni echar de menos ninguna de esas cosas.
Narrador
1º: Y tampoco podía
echar de menos las otras cosas, las que sí se conocían en su época,
porque las tenía todas.
Narradora:
Cuando los pajes y las doncellas se preguntaban:
Todos:
¿Qué tendrá la princesa?
Narradora:
La pregunta era, en realidad:
Todos:
¿Qué no tendrá?
Narradora:
Es decir:
Todos:
¿Qué le faltará?
Narradora:
Y la respuesta, como acabamos de ver, era...
Todos:
Nada.
Narrador
2º: No le faltaba nada,
puesto que lo tenía todo.
Narrador
1º: Pero entonces, ¿por
qué estaba triste?
Narradora:
Puede que estés pensando que a lo mejor estaba triste porque, a
pesar de tenerlo todo, o casi todo, no le hacían caso o no la
atendían debidamente.
Narrador
2º: Pero no era así. En
absoluto. La princesa tenía una legión de doncellas. Una se ocupaba
de su cabello.
Narrador
1º: Otras dos, de sus
ojos (una del ojo derecho y otra del izquierdo).
Narrador
2º: Dos más, de sus
orejas (una de la oreja derecha y otra de la izquierda).
Narrador
1º: Otra, de su nariz.;
otra de su boca de fresa; otra de su cuello...
Narrador
2º: Otras dos, de sus
manos (una de la mano derecha y otra de la izquierda), y así
sucesivamente.
Narradora:
La princesa dormía sobre siete colchones de plumas, uno encima del
otro. Se bañaba cada mañana en agua de rosas. Tenía un guardarropa
con vestidos de todos los colores, incluidos uno del color de la luna
y otro del color del sol.
Narrador
2º: Comía todos los
días a la carta; mejor dicho, a la baraja, pues podía elegir entre
cuarenta cartas diferentes, en cada una de las cuales había más de
cien platos...
Narrador
1º: Pero estaba triste.
Narradora:
Nunca reía.
Narrador
2º: Ni siquiera sonreía.
Todos:
La princesa está triste.
Narrador
1º: Comentaba la gente
en las calles y las plazas del reino, en las posadas y los mercados.
Todos:
¿Qué tendrá la princesa?
Narradora:
Se preguntaban todos. Y nadie sabía la respuesta.
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