martes, 20 de mayo de 2014

Las aves del paraíso.




Narrador: Mamá le regaló a papá una planta con un par de flores muy hermosas.
Mamá: Se llaman aves del paraíso, porque como veis, sus flores parecen un ave con su pico y con unas plumas que coronan su cabeza.
Narrador: Yo me quedé asombrado, porque realmente las flores eran igualitas a dos pájaros con el cuello muy largo. Me parecía que en cualquier momento, echarían a volar, con esas hojas verdes que eran como alas. Papá leyó que la planta debía estar en un lugar soleado y la colocó junto a la ventana. A mí me gustaba mirar aquellas aves tan preciosas todos los días.
Flor 1: ¡Eh, tú! ¿Qué miras?
Narrador: Me pareció que era una flor la que había hablado.
Flor 2: No seas maleducado, ¿no ves que el niño está admirando mi belleza?
Narrador: Yo asentí con la cabeza, boquiabierto.
Flor 1: Perdona, pero está admirándome a mí.
Narrador: “Sois muy bellas las dos”, les dije, porque era verdad, y porque no quería que se enfadaran.
Flor 2: Eso es ser diplomático, muchacho. ¡No como tú, maleducado, que pareces un gamusino!
Flor 1: ¿Gamusino yo?
Narrador: Las dos sois prácticamente idénticas.
Flor 1: ¿Idéntica a ésta?
Flor 2: ¿Y yo, como este gamusino?
Narrador: Entonces la primera, ayudada por el viento, picoteó en la cabeza a su compañera. Pero ésta se volvió la otra, dispuesta a atacar. ¡Las separé, no paraban de pelear…!
Sois aves del paraíso y deberíais hacer honor a vuestro nombre, con un poco más de elegancia y buen estar”.
Flor 1: En realidad somos un ave del paraíso con dos cabezas, muchacho. Compartimos las mismas hojas y no podemos separarnos.
Flor 2: ¡Sí, sieeeeempre juntas!
Flor 1: Como somos aves, podríamos ser tus mascotas.
Flor 2: Las mascotas deben tener un nombre, ¿no?
Narrador: Tenían razón, debía buscar un buen nombre para ellas. Pensé un poco… “Como sois Aves del Paraíso, os llamaré Adán y Eva”.
Flor 2:Yo quiero ser Eva.
Flor 1: No, Eva seré yo…
Narrador: “¡Basta, lo echaremos a suertes! Tú serás Adán y tú Eva.” Al día siguiente, Eva se quejó de que hacía mucho calor. Iba a alejarlas un poco de la ventana, cuando Adán protestó:
Flor 1: Pero a mí me encanta tomar el sol… ¡Se está tan calentito!
Narrador: Decidí echar la cortina y las dos parecieron estar a gusto así. Después, Adán dijo que tenía sed. La tierra estaba bastante seca, así que traje la regadera. Cuando les eché agua fue Eva la que protestó:
Flor 2: ¡Basta, basta, el agua está muy fría!
Narrador: “¡Necesitáis agua y sol para vivir! Así que seguiréis aquí junto a la ventana y os regaré todos los días.” No era fácil cuidar una planta tan complicada, con dos cabezas parlantes. Por fin oí a Eva decir muy bajito:
Flor 2: La verdad es que este agua está muy rica y fresquita sienta muy bien.
Narrador: ¡Buf! da gusto cuando las dos estáis de acuerdo. ¿No habéis pensado que para vivir juntas tenéis que tratar de llegar a acuerdos?
Flor 1: ¡Brrr!
Flor 2: ¡Pfff!
Narrador: Y las cabezas de Adán y Eva se dieron la espalda, mirando una al este y la otra al oeste. Pero a pesar de todo el trabajo que me daban aquellas flores y de sus eternas discusiones, era maravilloso verlas con esos colores tan preciosos. Seguía mirándolas embobado.
Flor 1: ¿Por qué nos miras así?
Narrador: “Creo que un día saldréis volando por esa ventana. Solo tenéis que mover las hojas, y volaréis.”
Flor 2: ¿Tú crees?
Narrador: “Sí. ¿No os gustaría volver al Paraíso?”
Flor 2: ¿Y qué es eso del Paraíso?
Narrador: “Era el jardín más hermoso del mundo. Donde vivían todos los animales y las plantas en paz y armonía. De allí vinieron Adán y Eva. De allí salió esta planta con vuestras dos cabezas.”
Flor 1: Pero tenemos que aletear muy fuerte, para despegar de esta maceta y volar.
Flor 2: ¿Y como encontraremos el camino al Paraíso?
Narrador: “Si aleteáis juntas y sin discutir, lo encontraréis.”
Flor 1 y 2: ¿Y si lo intentamos?
Narrador: Ellas empezaron a mover las hojas. Parecían alas de verdad. Deseaban ser libres, escapar de esa maceta. Yo abrí la ventana. Aquel pájaro con dos cabezas salió volando por la ventana.
Y volaron, volaron muy lejos, hasta perderse detrás de las nubes. Por una vez, se pusieron de acuerdo en el camino a seguir. Porque Adán y Eva querían volver al Paraíso. A veces miro a lo alto de un árbol y las veo allí. Siguen discutiendo. Pero cuando vuelan, lo hacen juntas y en armonía. Entonces, alcanzan el paraíso. A mamá y a papá también les gusta verlas volar.

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