(PurificaciónMenaya y Juan Luis Pérez. Adaptado)
Narrador:
Mamá le regaló a papá una planta con un par de flores muy
hermosas.
Mamá:
Se llaman aves del paraíso, porque como veis, sus flores parecen un
ave con su pico y con unas plumas que coronan su cabeza.
Narrador:
Yo me quedé asombrado, porque realmente las flores eran igualitas a
dos pájaros con el cuello muy largo. Me parecía que en cualquier
momento, echarían a volar, con esas hojas verdes que eran como alas.
Papá leyó que la planta debía estar en un lugar soleado y la
colocó junto a la ventana. A mí me gustaba mirar aquellas aves tan
preciosas todos los días.
Flor
1: ¡Eh, tú! ¿Qué
miras?
Narrador:
Me pareció que era una flor la que había hablado.
Flor
2: No seas maleducado,
¿no ves que el niño está admirando mi belleza?
Narrador:
Yo asentí con la cabeza, boquiabierto.
Flor
1: Perdona, pero está
admirándome a mí.
Narrador:
“Sois muy bellas las dos”, les dije, porque era verdad, y porque
no quería que se enfadaran.
Flor
2: Eso es ser
diplomático, muchacho. ¡No como tú, maleducado, que pareces un
gamusino!
Flor
1: ¿Gamusino yo?
Narrador:
Las dos sois prácticamente idénticas.
Flor
1: ¿Idéntica a ésta?
Flor
2: ¿Y yo, como este
gamusino?
Narrador:
Entonces la primera, ayudada por el viento, picoteó en la cabeza a
su compañera. Pero ésta se volvió la otra, dispuesta a atacar.
¡Las separé, no paraban de pelear…!
“Sois
aves del paraíso y deberíais hacer honor a vuestro nombre, con un
poco más de elegancia y buen estar”.
Flor
1: En realidad somos un
ave del paraíso con dos cabezas, muchacho. Compartimos las mismas
hojas y no podemos separarnos.
Flor
2: ¡Sí, sieeeeempre
juntas!
Flor
1: Como somos aves,
podríamos ser tus mascotas.
Flor
2: Las mascotas deben
tener un nombre, ¿no?
Narrador:
Tenían razón, debía buscar un buen nombre para ellas. Pensé un
poco… “Como sois Aves del Paraíso, os llamaré Adán y Eva”.
Flor
2:Yo quiero ser Eva.
Flor
1: No, Eva seré yo…
Narrador:
“¡Basta, lo echaremos a suertes! Tú serás Adán y tú Eva.” Al
día siguiente, Eva se quejó de que hacía mucho calor. Iba a
alejarlas un poco de la ventana, cuando Adán protestó:
Flor
1: Pero a mí me encanta
tomar el sol… ¡Se está tan calentito!
Narrador:
Decidí echar la cortina y las dos parecieron estar a gusto así.
Después, Adán dijo que tenía sed. La tierra estaba bastante seca,
así que traje la regadera. Cuando les eché agua fue Eva la que
protestó:
Flor
2: ¡Basta, basta, el
agua está muy fría!
Narrador:
“¡Necesitáis agua y sol para vivir! Así que seguiréis aquí
junto a la ventana y os regaré todos los días.” No era fácil
cuidar una planta tan complicada, con dos cabezas parlantes. Por fin
oí a Eva decir muy bajito:
Flor
2: La verdad es que este
agua está muy rica y fresquita sienta muy bien.
Narrador:
¡Buf! da gusto cuando las dos estáis de acuerdo. ¿No habéis
pensado que para vivir juntas tenéis que tratar de llegar a
acuerdos?
Flor
1: ¡Brrr!
Flor
2: ¡Pfff!
Narrador:
Y las cabezas de Adán y Eva se dieron la espalda, mirando una al
este y la otra al oeste. Pero a pesar de todo el trabajo que me daban
aquellas flores y de sus eternas discusiones, era maravilloso verlas
con esos colores tan preciosos. Seguía mirándolas embobado.
Flor
1: ¿Por qué nos miras
así?
Narrador:
“Creo que un día saldréis volando por esa ventana. Solo tenéis
que mover las hojas, y volaréis.”
Flor
2: ¿Tú crees?
Narrador:
“Sí. ¿No os gustaría volver al Paraíso?”
Flor
2: ¿Y qué es eso del
Paraíso?
Narrador:
“Era el jardín más hermoso del mundo. Donde vivían todos los
animales y las plantas en paz y armonía. De allí vinieron Adán y
Eva. De allí salió esta planta con vuestras dos cabezas.”
Flor
1: Pero tenemos que
aletear muy fuerte, para despegar de esta maceta y volar.
Flor
2: ¿Y como encontraremos
el camino al Paraíso?
Narrador:
“Si aleteáis juntas y sin discutir, lo encontraréis.”
Flor
1 y 2: ¿Y si lo
intentamos?
Narrador:
Ellas empezaron a mover las hojas. Parecían alas de verdad. Deseaban
ser libres, escapar de esa maceta. Yo abrí la ventana. Aquel pájaro
con dos cabezas salió volando por la ventana.
Y
volaron, volaron muy lejos, hasta perderse detrás de las nubes. Por
una vez, se pusieron de acuerdo en el camino a seguir. Porque Adán y
Eva querían volver al Paraíso. A veces miro a lo alto de un árbol
y las veo allí. Siguen discutiendo. Pero cuando vuelan, lo hacen
juntas y en armonía. Entonces, alcanzan el paraíso. A mamá y a
papá también les gusta verlas volar.
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