La
jaula de oro.
Narrador:
Érase una vez una princesa que paseaba por su jardín.De pronto, al
pie de un árbol, vio un pájaro muy bello. Le gustó tanto que
comenzó a llamar a una de sus doncellas.
Princesa:
¡Es el pájaro más hermoso que he visto en mi vida! ¡Cómo me
gustaría quedármelo, para poder mirarlo a todos horas y oír su
canto todo el día!
Narrador:
Entonces, la doncella volvió corriendo al interior del palacio y
avisó a todos lo criados para que la ayudaran a cazar el pájaro.Más
de veinte hombres se congregaron en el jardín para cazar al bello
animal que tenía entusiasmada a la princesa. Les costó grandes
esfuerzos, pero al fin consiguieron atraparlo.
El
pájaro acabó encerrado en una jaula de oro. Día y noche, dos
sirvientes se ocupaban del bienestar del pájaro. Cada vez que la
princesa salía a pasear por el jardín, un criado iba tras ella, con
la jaula de oro en la mano, para que la princesa gozase en todo
momento con la compañía y el canto de su bellísimo pájaro.
Sin
embargo, el pájaro estaba triste. Detestaba vivir en una jaula, y
extrañaba mucho los viejos tiempos, cuando podía volar a su aire,
subir y bajar por el cielo.
Un
día, el pájaro oyó al príncipe cuando decía:
Príncipe:
Mañana mismo salgo de viaje. El palacio que tengo que visitar se
encuentra en un oasis en mitad del desierto. Estaré de vuelta en el
plazo de un mes.
Narrador:
Al oír aquello, el pájaro rompió a cantar. El príncipe se
extrañó de que trinara con tanta fuerza, así que se acercó a la
jaula y miró al animal con mucha atención. De pronto, el pájaro
empezó a decir:
Pájaro:
Príncipe, cuando vayáis a ese oasis que decís, ¿podríais
hacerme un favor?
Príncipe:
Con mucho gusto te haré el favor que me pidas. ¿Quieres que te
traiga alguna comida especial?
Pájaro:
No, no quiero nada de comer. Pero si veis a otros pájaros como yo,
¿podríais decirles que estoy en una jaula, y que les envío muchos
recuerdos? ¿Me haréis ese favor?
Príncipe:
Por
supuesto que sí.
Narrador:
Regresó al cabo de un mes.Cuando el pájaro vio al príncipe, cantó
para llamar su atención. El príncipe se acercó a la jaula de oro,
y entonces el pájaro le dijo:
Pájaro:
Príncipe, ¿visteis a algún miembro de mi familia en vuestro viaje?
Príncipe:
Sí.
Ví un pájaro igual que tú.
Pájaro:
¿Y
le disteis recuerdos, tal como os pedí?
Príncipe:
Claro
que sí. Le conté que estabas en el mejor palacio del reino, en una
preciosa jaula de oro, y que le enviabas muchos recuerdos.
Pájaro:
¡Y
qué contestó mi pariente?
Príncipe:
Ah,
querido pájaro, lamento decirte que tu pariente no dijo ni pío.
Narrador:
En cuanto le conté dónde vivías, resbaló de la rama en que estaba
posado y cayó redondo al suelo. ¡El pobre ha muerto!, pensé. Pero,
cuando me acerqué para enterrarlo, recobró la vida de pronto y se
escapó volando. Así que no me dio ningún mensaje para ti...
Narrador:
El pájaro no dijo nada, ni mostró el menor sentimiento.
A
la mañana siguiente, la doncella descorrió las cortinas del
dormitorio de la princesa y abrió el balcón. La princesa lo
primero que hizo, como todas las mañanas, fue darle los buenos días
al pájaro. El animal siempre cantaba para responderle, pero aquel
día se quedo callado. La princesa, extrañada, saltó de la cama y
corrió hacia la jaula. Cuando vio al pájaro, rompió a llorar.
Princesa:
¡Mi pájaro está muerto! ¡Socorro, socorro! !Levántate, pajarito
mío! !Ponte a cantar, por favor!
Narrador:
La doncella se acercó, vio que el pájaro se hallaba tumbado boca
arriba en el suelo de la jaula. Estaba muerto, no había ninguna
duda.
Princesa:
!Sacad al pájaro de la jaula! !Sopladle el la cara a ver si revive!
Narrador:
El criado abrió la puerta de la jaula y agarró al pájaro para
tratar de reanimarlo. Luego lo acercó a la ventana a fin de que le
diera el aire fresco y, justo cuando el pájaro notó la brisa en la
cara, extendió las alas y echó a volar hasta la rama del árbol más
cercano. La princesa quedó desconcertada.
Princesa:
¿De modo que todo era una trampa? ¡Querías escaparte y nos has
engañado...! Pero ¿por qué te quieres ir, si vives en una jaula
preciosa donde no te falta ninguna comodidad. ¿Es que no te he
tratado bien? ¿Dónde has aprendido esa trampa tan maliciosa con
que nos has engañado ?
Narrador:
El pájaro soltó un largo trino de alegría y luego contestó:
Pájaro:
Princesa,
la mejor jaula del mundo no vale tanto como la libertad de volar a
donde me apetezca. Y, puesto que queréis saber cómo aprendí este
engaño con el que he logrado la libertad, os lo diré ahora mismo:
me lo enseñó un pariente lejano que vive en un oasis en medio del
desierto...
Narrador:
Tras decir esto, el pájaro volvió a cantar. Luego, subió hacia el
cielo describiendo una hermosa espiral en el aire, y nunca más se
dejó ver en los lujosos jardines de palacio.
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