Apolo
y Dafne.
Hace
mucho tiempo, cuando los dioses disputaban entre sí y las ninfas
habitaban las frescas arboledas, ocurrió esta hermosa historia.
Apolo,
dios del sol y de las artes, era un excelente arquero, capaz de
abatir cualquier bestia salvaje con una sola flecha. Cegado por la
vanidad, el dios comenzó a comportarse de forma arrogante y a
burlarse de Eros.
Eros
era el dios del amor. Bajo se inocente apariencia de niño, se
oculta el enorme poder de manejar caprichosamente los sentimientos de
los demás. Él también llevaba un arco y unas flechas, con los que
rendía los corazones al fuego del amor.
Un
día, las burlas de Apolo llegaron demasiado lejos:
Apolo:
¡Deja esas flechas, Eros!
Eros:
¿Y
por qué he de dejarlas?
Apolo:Resulta
ridículo que un niño como tú las lleve. Las flechas son armas de
valiente...
Eros:
Todos
sabemos que tus flechas son temibles, Apolo. Pero te aseguro que
nadie puede resistirse a las mías. Ni siquiera tú... !Te lo
demostraré!
Tras
proferir aquella inquietante amenaza, Eros se marchó de allí.Y
desde ese mismo instante, esperó pacientemente el momento de
ejecutar su venganza.
Una
mañana, siguiendo su costumbre, Apolo salió a pasear por el bosque.
No podía sospechar que Eros lo esperaba oculto entre los
matorrales.Cuando el niño tuvo a Apolo a su alcance, le disparó una
flecha. Era una flecha de madera de ciprés, con la punta de oro: la
flecha del amor. Satisfecho, Eros se dirigió velozmente a un arroyo
cercano. Allí se encontraba Dafne, la hermosa ninfa hija del río
Peneo. El pequeño dios le disparó a la ninfa una flecha con la
punta de bronce. Quienes resultaban heridos por ella rechazaban a los
que se atrevían a amarlos. Así comenzó una historia de amor
imposible.
Un
día, Dafne recogía flores silvestres cuando Apolo , de repente, la
vio. Él sintió que su
corazón
se agitaba e intentó acercarse a la ninfa para hablar con ella.
Ella, al advertir su presencia, se escondió entre los árboles.
Desde
ese momento, una y otra vez, Apolo recorrió incansable el lugar
donde había visto a Dafne. Ya no podía disfrutar con el frescor de
las mañanas o los hermosos colores del atardecer , sólo quería
encontrar a la ninfa y declararle su amor. Muchas veces Apolo
conseguía verla , pero ella siempre lo rehuía:
Apolo:
¡Detente!
Por favor, no corras , no quiero hacerte daño …
Pero
Dafne escapaba y Apolo sufría imaginando que ella pudiera tropezar y
lastimarse en su huída.
Una
mañana, mientras Dafne descansaba junto a un árbol, Apolo intentó
acercarse sigilosamente. En cuanto ella se dio cuenta, echó a
correr como otras veces. Apolo la persiguió entre los árboles,
junto al claro del camino, por la orilla del río... Dafne estaba
agotada.
Y,afligida
por aquella situación que la obligada a huir sin tregua, suplicó a
Peneo:
Dafne:
Ayúdame, padre! Tú tienes poderes divinos. Quítame esta apariencia
que me atormenta. Te lo ruego: concédeme otro cuerpo en el que vivir
sin turbación.
Dafne
no había acabado de hablar cuando notó que sus pies se hacían
pesados. Luego, se sintió atada a la Tierra: le habían brotado
raíces. Su piel se cubrió de una tierna corteza, los brazos se
convirtieron en ramas y el pelo se llenó de hojas alargadas de
color verde oscuro...La ninfa se había convertido en un hermoso
árbol, un esbelto laurel de frondosa copa. Cuando Apolo llegó, aún
pudo advertir en aquel árbol el alma de su amada y comprendió lo
ocurrido. Llorando, abrazó el tronco del laurel y dijo:
Apolo:
Dafne,
querida mía …, no te olvidaré nunca. Siempre te llevaré conmigo.
Y
tomando unas hojas del árbol, tejió una corona que se colocó sobre
la cabeza. Desde entonces, la corona de laurel ha acompañado las
glorias de los héroes.
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