Noche de Reyes.
(Adaptación del relato de Andrew Mattews sobre la obra de Shakespeare).
Sebastián y su hermana melliza, Viola, eran como dos gotas de agua. En ocasiones, siendo niños, Viola se ponía la ropa de Sebastián y se hacía pasar por él, lo que confundía a todo el mundo.
Un día, siendo mayores, el barco en el que viajaban chocó contra un arrecife y se fue a pique. Viola se salvó aferrándose al baul de la ropa de su hermano, que la corriente arrastró hasta la costa de Iliria. Allí se dio cuenta de que correría menos peligro si se disfrazaba de hombre, de modo que se hizo un moño, se puso ropa del baúl de Sebastián y se hizo llamar “Cesario”. Buscó a su hermano sin éxito durante tres días, pero al quedarse sin dinero tuvo que entrar al servicio del duque de Orsino, gobernante de Iliria, como paje.
Orsino estaba encantado con su nuevo paje, pero a pesar de ser alto, moreno, rico y amado por su pueblo, no era feliz.
Como muchas otra muchachas, Viola se enamoró de Orsino, y sufría por tener que mantener sus sentimientos en secreto. Un día, se armó de valor y le preguntó al duque qué lo acongojaba.
Orsino: Padezco la peor enfermedad que existe. ¡el amor! Estoy tan enamorado de la condesa Olivia que no sé qué hacer, Cesario. Le he pedido una docena de veces que se case conmigo, pero siempre me rechaza.
Viola: ¡Debe de estar loca! Si vos me pidierais... Quiero decir que si fuera una mujer me casaría con vos sin dudarlo, mi señor.
Orsino: ¿Sabes qué, Cesario? Me parece que podrías ganarte la confianza de Olivia con la misma rapidez con la que te has gando la mía. Ve a verla hoy mismo y dile que si no se casa conmigo me consumiré y me moriré.
Viola: ¿Yo, mi señor?
Orsino: ¡Eres mi ultima esperanza!
Viola: <>
***
Sir Toby Belch, hombre bajito y rechoncho, y tío de la condesa Olivia, vivía con la joven desde que sus padres murieron. Estaba empeñado en que su mejor amigo, sir Andrew Aguecheek, hombre arrugado como un sabueso, se casara con ella. Pero Malvolio, mayordomo de la condesa Olivia, la protegía de los pretendientes poco gratos. El día en que Orsino envió a Viola a convencer a Olivia, sir Toby y sir Andrew conspiraban en la biblioteca de la joven condesa.
Andrew: Me bastaría pasar cinco minutos con ella, pero Malvolio no me deja verla. Ni siquiera le entrega mis cartas.
Toby: Mi sobrina le ha otorgado un control excesivo de sus asuntos. ¡Sin ir más lejos, la otra noche, el muy sin vergüenza, tuvo la desfachatez de decirme que bebo demasiado!
Andrew: ¡Qué bribón!
Toby: Tengo la intención de darle una lección. Ya verás, ya verás, viejo amigo, antes de que cabe el día habre quitado de en medio a Malvolio.
***
Mientras su tío maquinaba en la biblioteca con sir Andrew, la condesa Olivia paseaba por el jardín con su mayordomo Malvolio.
Malvolio: Un joven de nombre Cesario desea veros, mi señora. Trae un mensaje del duque de Orsino.
Olivia: ¡Dile que se vaya!
Malvolio: Eso he hecho, mi señora, pero asegura que si hace falta piensa quedarse toda la puerta ante la puerta. Se trata de un jovencito de lo más insolente.
Olivia: Bueno, pues que pase. Quizá al recibir mi respuesta Orsino abandone por fin toda esperanza de desposarme.
Viola entró en el jardin mientras Olivia fingía estar intersada en las flores de un rosal. Su mirada no reparó en el mensajero de Orsino.
Viola: Encantadora señora, ahora que veo cuán hermosa sois comprendo por qué está tan enamorada de vos mi señor.
Olivia: ¿Hermosa? Tengo ojos, nariz y boca como todo el mundo, si eso es lo que quieres decir.
Viola: Así que sois orgullosa además de encantadora. Que pena que el duque ame a una mujer tan dura de corazón.
Olivia: ¡Orsino no me ama de verdad! Lo que sucede es que está enamorado de la idea de estar enamorado. Ve y dile que no puede forzarme a amarlo sólo porque él lo desee.
Olivia apartó entonces los ojos de las rosas y se encontró con el joven más apuesto que había visto en la vida. Le dio vueltas la cabeza y empezó a palpitarle con fuerza el corazón.
Olivia: Dile que jamás me casaré con él. Luego... regresa a verme de inmediato, Cesario.
Viola: ¿Por qué?
Olivia: Pues... para contarme como responde a mi respuesta.
Viola hizo una reverencia, dio media vuelta y se marchó. Olivia estaba tan confundida que no se percató de que se acercaba Malvolio.
Malvolio: Espero que ese muchacho no os haya ofendido, mi señora.
Olivia: ¿Ofenderme? Claro que no. Quiero decir que... ¡Sí, sí que me ha ofendido! Me ha traído de regalo este anillo del duque. ¡Devuelve el anillo a Cesario y dile que no lo quiero!
Malvolio: Como no, mi señora.
Olivia: Vamos, se ha ido. Si corres tras él lo alcanzarás enseguida.
Malvolio: ¡Ahora mismo voy!
***
Viola andaba a paso lento. Estaba apesadumbrada por Orsino y por si misma...
Malvolio: ¡Cesario! ¡Cesario! ¡Alto! Le has llevado este anillo a mi señora y desea devolvértelo.
Viola: ¡Yo no le he dado ningún anillo!
Malvolio: ¡Pues entonces ahí se queda! No estoy yo para perder el tiempo discutiendo con gente de tu calaña.
Viola se agachó, recogió la joya y apreció en ella el dibujo de dos manos que sostenían un corazón.
Viola: << Pero si es una prenda de amor. ¡Las mujeres no mandan prendas de amor a otras mujeres!
¡Ay, no! Olivia cree que soy un hombre y se ha enamorado de mi>>.
***
Orsino estaba solo cuando llegó Viola y le transmitió el recado de Olivia.
Orsino: ¡Ay! ¡si supieras la tortura que puede comportar el amor, Cesario!
Viola: ¡Lo sé muy bien, mi señor!
Orsino: Toma este broche, Cesario, regresa junto a Olivia, dáselo y dile que, aunque no sea mi esposa, el amor que siento por ella durará tanto como los diamantes engarzados en la joya.
***
Mientras, Malvolio había regresado al jardín. No encontró allí a Olivia, pero, cuando se dirigía hacia la casa en su busca, halló una carta en el sendero y la recogió.
Malvolio: Pero si es la letra de mi señora. Dado que soy su mayordomo y lo que le concierne me concierne a mí, es mi deber leerla. “Malvolio, amor mío: Aunque eres mi sirviente, te has convertido en el amo de mi corazón. Demuestra audacia y mi mano será tuya. Si me amas, ponte calzas amarillas con ligas cruzadas, a modo de señal secreta.”
¡Olivia me ama! ¡Debo ponerme calzas amarillas de inmediato!
Sir Toby y sir Andrew estaban escondidos tras un seto de laurel cercano que en cuanto el mayordomo desapareció empezó a agitarse de risa.
Toby: ¡Ya sabía yo que daría resultado! Imito la letra de mi sobrina tan bien que engañaría a cualquiera. Ahora sólo nos queda...
Andrew: ¡Silencio! Se acerca alguien.
Olivia y Viola, que estaban enfrascados en una conversación, se detuvieron ante el seto de laurel.
Viola: Entonces, ¿no tenéis más respuesta para el duque?
Olivia: ¡No! Dame tu mano. Pero hay respuestas que sí te daría a ti, Cesario, si me hicieras las preguntas.
Viola: Mi señora, no soy todo lo que parezco.
Olivia: Pero yo te amo. Te amo desde el primer momento en que te he visto.
Viola: Igual podríais amar un sueño. Debéis olvidarme, mi señora.
En el seto, sir Andrew temblaba de rabia.
Andrew: ¡Ese jovencito imberbe se ha apoderado del amor de Olivia!
Toby: ¡Tras él! ¡Rétalo a un duelo! Eso lo espantará.
Andrew: ¿Un duelo?
Toby: ¡No se atreverá a batirse contigo! Ese Cesario no es más que una gallina enclenque. Saldrá corriendo en cuanto te vea desenvainar la espada.
Andrew: ¡Ah, bueno...!
***
Mientras sir Andrew iba a abordar a Viola a la puerta del jardín, Olivia se dirigía hacia la casa con los ojos llenos de lágrimas. En ese momento vio a Malvolio, que se acercaba con calzas amarillas como las plumas de un canario y el rostro dominado por una sonrisa que era más bien una mueca espantosa.
Malvolio: ¡Bien hallada, ángel mío!
Olivia: ¿Malvolio, te encuentras bien?
Malvolio: Mejor que nunca corazón. ¿Te has fijado en las calzas amarillas que con ligas cruzadas que visto?
Olivia: ¡Sería imposible no reparar en ellas! Creo que el calor te ha dado fiebre. ¿No te apetecería echarte?
Malvolio: Sí, contigo a mi lado.
Olivia: ¡Socorro! ¡Criados, llevaos a Malvolio de aquí! Ha perdido el juicio.
***
Mientras tanto, Viola, que se sentía aliviada por ir de regreso junto a su amo, el duque, se topó con un furioso sir Andrew.
Andrew: ¡Desenvaina la espada, infame sinvergüenza!
Viola: ¿La espada? Pero ¿por qué?
Andrew: ¡Para poder batirme contigo! ¿O es que eres un cobarde además de un bribón?
Marinero: ¡Alto!
Y apareció por la puerta un robusto marinero.
Marinero: Si le tocáis un pelo a este muchacho, os trincharé entero como si fueseis un pedazo de ternera
Andrew: ¡Ah! Bueno, en ese caso será mejor que me vaya...
Marinero: ¡Corriendo!
Andrew: ¡Sí, señor, ahora mismo! ¡Faltaría más...!
Viola: ¿Cómo podría agradecéroslo, amable desconocido
Marinero: ¿Desconocido? ¡Qué bonito llamar así a quien te salvó de morir ahogado y te ayudó en la búsqueda de tu hermana! ¡Llevo dos días esperándote en la posada que hay cerca de aquí, Sebastián!
Viola: ¿Sebastián? ¡Entonces mi harmano ha sobrevivido!
***
Sebastián había sobrevivido, en efecto, y estaba totalmente desconcertado, ya que cuando se dirigía a reunirse con el marinero que lo había salvado pasó por una casa elegante de la que surgió una hermosa pelirroja que se echó al cuello gritando:
Olivia: ¡Sabía que regresarías, Cesario!
Sebastián: Pero, señora...
Olivia: Llámame Olivia, amor mío.
Sebastián la miró a los ojos y a punto estuvo de aclarar el error cuando se le aceleró el corazón..; y es que el amor empezaba a ejercer en él su magía.
Sebastián: Debe de ser un sueño, pero te ruego que no me despiertes todavía.
Y con estas palabras estrechó entre sus brazos a Olivia. Viola y el marinero, los descubrieron en ese momento. Sebastián reconoció a su hermana, corrió hacia ella y la levantó por los aires ante la mirada atónita de Olivia y del marinero.
Olivia: ¿Hay dos Cesarios? No lo entiendo.
Marinero: Eso parece. En mi opinión, señora, alguien tiene muchas explicaciones que dar.
***
El duque de Orsino, cansado de esperar el regreso de Cesario, pidió su caballo más veloz y se dirigió al galope a casa de Olivia. En el salón encontró a Cesario y a Olivia cogidos del brazo y tras ellos un sacerdote sonreía Biblia en mano.
Orsino: ¡Cesario, suelta a esa dama!
Olivia: No se trata de Cesario, mi señor, sino de Sebastián, el que pronto será mi esposo. Si buscáis a quien llamabais Cesario, mirad a vuestra espalda.
Orsino se volvió y vio a Viola con un vestido que le había prestado Olivia. Estaba tan hermosa que el duque se quedó sin habla y en el acto se enamoró perdidamente de ella.
Olivia: Seguid mi consejo y casaos con ella de inmediato. ¡Os ama con locura!
Orsino: ¡Y ahora que la veo tal como es también yo la amo así!
***
Así pues, se celebró una boda doble en casa de la condesa Olivia y aquella noche las ventanas derrocharon luz y el aire se llenó del sonido de la música y la celebración.
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1 comentario:
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