lunes, 2 de noviembre de 2009

Seres fantásticos III: Los unicornios.

Los unicornios: La historia de Bella y el unicornio.




¡Ay, los unicornios! Os dirán que los unicornios no existen, que son animales fantásticos... No echéis cuenta y cuando contempléis su innegable hermosura, pensad que este animal, con forma de caballo y un único cuerno en la cabeza, representa la libertad, el valor y la belleza.
Dicen que su cuerno era capaz de traer felicidad y una larga y próspera vida a su poseedor; y cuentan que nobles y reyes llegaban a pagar grandes cantidades de dinero por algo que, al no haber visto nunca, no podían asegurar que fuese o no un cuerno del mítico animal.
El cuerno del unicornio es sin duda el origen de su leyenda pues aseguran que molido o entero tenía poderes curativos. Casi todas las historias también coinciden en que al arrancarle el cuerno la muerte del unicornio resultaba irremediable...
Ahora os contaré la historia de BELLA Y EL UNICORNIO.


Bella era la más hermosa de todas las mujeres. Pero su corazón era frío, duro como la roca, jamás ninguna emoción había anidado en él.
Una tarde vio en el río el reflejo de un ser fabuloso que la miraba desde el agua y Bella se supo cautiva, hechizada, presa de sus emociones... y viva por fin.
Al minuto siguiente él ya no estaba. Y aunque buscó y le llamó, no encontró a su Unicornio.
Desde entonces, Bella descuidó su aspecto y sus ojos azules se cubrieron con un velo de tristeza. Pero seguía sabiéndose viva...
Cada amanecer recorría el acantilado más alto, con su vestido agitándose al viento, la melena enredándose alrededor de su rostro, buscando en el horizonte lo que nadie acertaba a imaginar.
Un día, Bella empezó a hilar una red con sus largos cabellos. Tejió y tejió y cierto día, cuando los hombres miraron al acantilado, vieron una inmensa tela de araña que se balanceaba al viento y cubría el acantilado entero, desde la costa hasta el confín del mar. Y allí esperaba Bella, y tras un tiempo apareció su Unicornio, trotando sobre las olas, mirándola fijamente. Y en la red de Bella quedó atrapado su Unicornio.
Ella se acercó y acarició su piel, su crin, mientras sonreía por saber suyo al Unicornio. Creyó que al caer en la red, el Unicornio no podría sino quererla siempre, como ella haría con él. Pero el Unicornio habló, habló de lo absurdo de los amores que encarcelan y esclavizan al otro, de que la red conseguiría atrapar su cuerpo pero que su corazón no podría ser su cautivo, que sólo se ama desde la libertad...
Bella quedó confundida, la red se deshizo instantáneamente y el Unicornio escapó. Se quedó quieta, inmóvil, tanto que su cuerpo empezó a convertirse en una estatua de piedra, hermosa, la más perfecta que nadie jamás hubiera esculpido.


Desde ese día, la estatua de Bella en lo alto del acantilado ve acercarse a muchachas enamoradas que le cuentan sus sueños, sus ilusiones...
Cuentan que hay alguien que llega con las primeras luces del alba y deja descansar unos instantes su cabeza en su regazo... Luego se marcha, corriendo veloz, galopando sobre la espuma de las olas. Es el Unicornio.

El audio de este relato lo tienes aquí
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