miércoles, 24 de diciembre de 2008

El tamborilero mágico.


El tamborilero mágico.

Érase una vez un tamborilero que volvía de la guerra. Era pobre, sólo tenía el tambor, pero a pesar de ello, estaba contento porque volvía a casa después de tantos años. Se le oía tocar desde lejos: Barabán, barabán, barabán…

Andando, andando encontró a una viejecita.

-Buen soldadito, ¿me das una moneda?

-Toma, sólo tengo ésta. Te la doy de buena gana porque debes necesitarla más que yo.

-Gracias, soldadito, y yo te daré algo a cambio.

-¿En serio? Pero no quiero nada.

-Sí, quiero darte un pequeño encantamiento. Será éste: siempre que tu tambor redoble todos tendrán que bailar. Todos bailarán y no podrán pararse si tú no dejas de tocar.

Y el soldadito reemprendió el camino para regresara casa. Andando, andando…, de repente salieron tres bandidos del bosque.

-¡La bolsa o la vida!

-¡Por el amor de Dios! ¡Adelante! Cojan la bolsa. Pero les advierto que está vacía.

Os bandidos miraron, buscaron y hurgaron. Y naturalmente no encontraron ni siquiera una perra chica.

-Eres un desarrapado. Paciencia. Nos llevaremos el tambor para tocar un poco.

-¿Me dejaréis tocar un poquito antes de llevároslo? Así os enseñaré cómo se hace ¿eh?

-Pues claro, toca un poco.

Eso, eso, yo toco y vosotros ¡y vosotros bailáis!

Y había que verles bailar a esos tres tipejos. Parecían tres osos de feria.

Al cabo de un rato empezaron a resoplar. Intentaron pararse, y no lo consiguieron. Estaban cansados, sofocados, leudaba vueltas la cabeza, pero el encantamiento del tambor les obligaba a bailar, y a bailar, y a bailar…

Pero el tamborilero, prudentemente, sólo paró cuando les vio derrumbarse en el suelo sin fuerzas y sin aliento.

-¡Eso es, así no podréis perseguirme!

Y él, a escape. De vez en cuando, por precaución, daba algún golpecillo al tambor. Y enseguida se ponían a bailar las liebres en sus madrigueras, o las ardillas sobre las ramas, o las lechuzas en sus nidos, que se vieron obligadas a despertarse en pleno día…

Y siempre adelante, el buen tamborilero caminaba y corría para llegar a su casa…

PRIMER FINAL.

Andando, andando el tambolirero pensó que el hechizo haría su fortuna. Así que cuando vio cómo se acercaba una diligencia la hizo parar y comenzó a tocar su tambor. Caballos y pasajeros comenzaron a bailar. Mientras el tocaba con una mano con la otra hizo caer tres cajas repletas de oro que transportaban en la diligencia. Ésta volvió a ponerse en camino sin su preciosa carga. Y he aquí al tamborilero millonario...Se construyó un chalet, vivió de las rentas y se casó con la hija del gobernador. Y cuando necesitaba dinero, le bastó con su tambor.

SEGUNDO FINAL:

Andando, andando el tamborilero vio a un cazador a punto de disparar a un tordo. Bambarambambán...el cazador deja caer su escopeta y se puso a bailar. Y el tordo escapa.
Y así el generoso soldadito echaba mano de su tambor siempre que se trataba de un acto de injusticia, prepotencia o abuso. Y encontró tantas arbitrariedades que nunca consiguió llegar a casa. Pero de todas formas pensó contento que su casa estaría donde pudiera hacer el bien con su tambor.

TERCER FINAL:

Andando, andando el tamborilero quiso saber cómo funcionaba el encantamiento. Hizo con el cuchillo un agujerito en la piel. Dentro no había nada de nada. Y reemprendió su camino, batiendo alegremente sus palillos. Pero ahora ya no bailan al son del tambor las liebres, las ardillas ni los pájaros en las ramas. Las lechuzas no se despiertan. El sonido parece el mismo pero el hechizo ya no funciona. El tamborilero está más contento así.



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El audio de este cuento adaptado de Rodari lo tienes aquí.

1 comentario:

Juan Manuel Gomez dijo...

es un cuento muy sencillo y muy hermoso. me parece que este tipo de escritores son lo mejores escritores que pueden haber, porque no se necesita un cuento de cien paginas para poder cautivar la atencion de los lectores