jueves, 23 de julio de 2009

El pescador y su mujer. (Cuentos ilustrados VII)


El pescador y su mujer.

(Adaptación del cuento de los hermanos Grimm).

Un pescador y su mujer vivían en una choza junto al mar. Un día al tirar de la caña, sacó un enorme rodaballo. El pez le dijo que le dejara con vida, que él era un príncipe encantado y que ni siquiera le sabría bien. Así lo hizo el pescador y volvió a su miserable choza.
Al enterarse de la historia su mujer, muy enfadada, le obligó a volver al mar para que le pidiera al pez una casa.

El hombre que no se atrevía a llevarle la contraria a su mujer, volvió a la orilla del mar. Luego llamó al rodaballo y le pidió lo que quería su mujer, y el pez se la concedió.
Cuando el hombre regresó se encontró con una preciosa casa. Pasó una semana, o quizá dos, y la mujer le dijo al marido que fuera de nuevo a buscar al rodaballo porque ella quería vivir ahora en un gran castillo de piedra. Discutieron, pero él volvió a la orilla del mar. El mar ya no estaba amarillo y verde, sino violeta y azul. El rodaballo le concedió el castillo. Pero su mujer de todo se cansaba y deseaba más y más. Y así, pidió convertirse en rey, y luego en emperador.

Pero también de ser rey y emperador se cansó. No estaba conforme con nada.
-Ahora que soy emperador, quiero ser papa y nada más. Ve a decírselo al rodaballo.
-¡Pero, mujer! ¡Qué cosas se te antojan! Papa, Papa, Papa sólo hay uno. Tú no puedes serlo, porque ya hay uno.
-Ve y dile que tengo que ser papa hoy mismo.

Cuando regresó del pedirle al rodaballo el nuevo deseo, el pescador se encontró con una enorme iglesia rodeada de un espléndido palacio. Todos los reyes y emperadores se arrodillaban ante su mujer y le besaban las sandalias. Pero ella aún no estaba satisfecha y su ambición no la dejó dormir en toda la noche.

Cuando vio que salía el sol y lanzaba sus primeros rayos, se le ocurrió una idea:
-¡Marido! ¡Levántate! Y vete a decirle al rodaballo que quiero ser como Dios.
-¡Ay, mujer! ¡El rodaballo no puede hacer eso! ¡Ya es suficiente ser papa!
Y le dio tal patada al pescador que éste se vistió y salió corriendo como un loco.

El mar se llevaba las rocas, retumbaban los truenos y culebreaban los relámpagos.
-¿Pero qué más quiere tu mujer?
-¡Ay! Ahora quiere ser como Dios.
-Vuélvete a tu casa: tu mujer está sentada en la pocilga que tenía al principio.
Y allí es donde viven desde entonces y hasta el día de hoy.

El audio de este cuento lo tienes aquí.
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jueves, 2 de julio de 2009

Seres Fantásticos II: Los duendes.



Los duendes.

De entre todas las criaturas fantásticas quizás sean los duendes los seres más traviesos. Por el día te dejarán en paz, pues es el momento que aprovechan para dormir, pero una vez que el sol se pone, se disponen a hacer de las suyas, despertando a los que quieren descansar gastándoles bromas pesadas. Si no creéis lo que os cuento, podéis preguntarle al señor Zacarías Well. El señor Zacarías Well se llevó toda la vida aguantando las travesuras de un duende burlón y caprichoso que vivía en su casa. Cuando llegaba la noche, el duende se dedicaba a bailar y a cantar; cuando no empleaba el tiempo en cambiar los muebles de sitio, se ocupaba en arrastraba cadenas por toda la casa, sin dejarle pegar ojo. El señor Zacarías Well no sabía qué hacer con aquella diminuta criatura. Había intentado por todos los medios deshacerse de él, pero sin ningún éxito.

Un día le hablaron de un hombre que conocía las costumbres de todas las criaturas mágicas del mundo y fue a hablar con él para que le ayudara. Durante tres semanas aquel hombre, que algunos consideraban brujo, estuvo rebuscando por toda la casa hasta que encontró un viejo relicario escondido en un rincón. Le contó al señor Zacarías que los duendes viven apegados a un objeto de la casa sin el que no saben vivir. Le dijo que alejando el objeto al que tenía apego, el duende también se alejaría. De modo que se llevó el relicario y lo escondió bien dentro en un cercano bosque y, de esta manera, desapareció el problema.

Sin embargo, al poco tiempo, el señor Zacarías Well le pidió al hombre al que todos consideraban brujo que le devolviera, por favor, el relicario. Éste no daba crédito a sus oídos. Y es que al señor Zacarías Well le habían bastado unos pocos días para darse cuenta de lo solo que se encontraba en aquella casa, y de que ya no sabía vivir sin el duende que le había acompañado durante toda la vida.



El audio de este relato lo encontrarás aquí.

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