sábado, 28 de febrero de 2009

Mínimo.


MíNIMO


Cuentan que hace mucho tiempo, en un hermoso valle, el valle de Buenasuerte, existía un reino en el que todos sus habitantes vivían felices, por poco que tuvieran. Los ríos desbordaban peces, y el bosque estaba repleto de animales. Y enn primavera, los verdes campos de trigo se mecían como olas por el viento fresco y suaves que los recorría.

Pero también cuentan que un día, unas nubes plomizas y frías, se adueñaron del reino de Buenasuerte y con ellas, también llegaron el miedo y la desconfianza.

Un niño, que se llamaba Mínimo, y que era tan delgado y esbelto como una espiga de trigo, sintió dentro de su pecho el eco de las últimas palabras de su buen amigo el cordelero, que antes de morir le dijo así:

- Mínimo, amigo mío, pronto voy a morir. Ven y toma esta cuerda para cuando quieras llegar más alto. Pero recuerda, Mínimo, que sólo tienes que usarla en beneficio de todos.

Y Mínimo, aún con lágrimas en sus ojos, cogió la cuerda y dirigiéndose a lo más espeso del bosque, se situó delante el árbol más alto; trepó por el como un gato hasta la copa y ya allí, esperanzado, tomó la cuerda entre sus manos y le dijo así:

- ¡Soguita, ténsate!

Y la cuerda se tensó. Y Mínimo comenzó a subir, y a subir y a subir..., hasta que llegó a las nubes, y les habló a ellas; pero ellas no le respondieron. Esperó a que el sol se colgara en el cielo y decidido le habló así:

- ¡Hola, sol, soy yo Mínimo!

- ¡Hola, pequeño! ¿Qué te trae por aquí?

- He venido a hablar con las nubes para que se vayan, pero ellas no me responden.

-Y, ¡cómo quieres que te respondan las nubes! Las nubes no hablan. Además, eso no es problema de las nubes; eso es problema del viento. El viento fresco y suave que antes soplaba por aquí y ya no sopla. Por eso ya no es para nosotros Vientón Fresco Suave, sino Soplón Vago.

-Pero, señor, nosotros pasamos hambre y frío...

-Ve y habla con él, aunque no creo que te eche mucha cuenta: Anda últimamente muy deprimido. ¡Suerte, pequeño! Estoy deseando de volver a ver vuestro hermoso valle para ponerlo bien calentito en primavera...

- ¡Gracias, sol!

Y Mínimo, dirigiendo sus pasos hacia lo más oscuro de las nubes, se encontró con un rostro que no era otro que el de "Soplón Vago"...

-¡Ahhhhh.... ! No tengo fuerzas ni para respirar...; me falta el aire para soplar.

-¡Eh, Soplón Vago, soy yo, Mínimo!

-Sííí..., bien pequeño que eres.

-Desde que usted no sopla, las nubes no se van.

-¡Qué pena, qué pena, qué pena…!,

que no podáis volver a ver el sol en primavera,

pero desde que se fue mi dulce amor,

mi vida ha dejado de tener

sentido

y ya no halla mi alma cuidados.

Y Mínimo, comprendiendo lo que necesitaba Soplón Vago, le dijo así:

-Señor, se me ocurre una idea: Si usted sopla una vez, para que las nubes se vayan, me iré contigo.

- ¿Me ofreces compañía?, ¡me ofreces compañía! Ah, bueno, entonces soplaré.

Y, de esta manera, se fueron las nubes del valle de Buenasuer­te..., y con ellas también se fue Mínimo. Su vida transcurría así: Cuando tenía hambre, lentamente Soplón Vago bajaba sobre las copas de los árboles y Mínimo recogía los frutos más maduros; cuando tenía sed, Soplón Vago hendía su lengua en el río y Mínimo en un remanso su sed sosegaba.

Un día, Soplón Vago percibió:

-¡Qué agradable perfume! ¡Aquí entran ganas de respirar y soplar!

Un viento, con el suave aroma a limón de la yerbaluisa, había prendido el corazón de Soplón Vago y Mínimo, comprendiendo que su amigo se había enamorado, le dijo así:

- Soplón Vago, ya no me necesitas. Devuélveme a mi reino y regresa con ella.

Y, Soplón Vago, que ya no era tan vago, tomando a su fiel compañero, lo elevó al aire, y sabiendo que le daba el último paseo, lo dejó en la copa del árbol por la que él había subido al cielo.

Y, colorín colorado, este cuento se ha terminado.


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martes, 10 de febrero de 2009

La flor de lililá.

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LA FLOR DE LILILA.

Había una vez un rey, que de tanto llorar la pérdida de su amada, se le secaron las lágrimas, y se quedó ciego. Los médicos dijeron que sólo la flor de Lililá podría curarlo. Pero nadie sabía dónde estaba esa flor. El rey mandó entonces a sus tres hijos a buscar la flor por todas partes y les dijo que aquél que se la trajera heredaría su corona.

Salió el hijo mayor en su caballo, y encontró por el camino a una pobre vieja que le pidió pan. Y él le dijo de muy malos modos:

- ¡Apártate de mi camino vieja bruja!

Siguió adelante pero pronto halló la desgracia. Se cansó de andar de un lado para otro sin llegar a ningún sitio, y cuando quiso volver atrás ya era demasiado tarde.

Al ver que no regresaba, salió en su caballo el de en medio a buscara a la flor. También se encontró con la misma pobre vieja y al pedirle pan, su respuesta fue idéntica:

- ¡Apártate de mi camino vieja bruja!

El bosque sin caminos se lo tragó como al primero.

Al ver que sus hermanos no llegaban, cogió el más pequeño su caballo y salió a probar suerte. Se encontró con la misma pobre vieja, que le pidió pan, y el muchacho le dio una hogaza entera. La vieja le preguntó:

- ¿Qué andas buscando, hijo?

- La flor de Lililá, para curar a mi padre enfermo.

La vieja sacó un huevo y le dijo:

- En el camino encontrarás una enorme piedra negra. Estrella el huevo contra ella y se abrirá un hermoso jardín donde está la flor. Pero has de tener cuidado porque lo guarda un león. Si tiene los ojos abiertos es que está dormido, y podrás pasar; pero si el león tiene los ojos cerrados es que está despierto.

Al día siguiente, el príncipe encontró la piedra negra. Estrelló el huevo y un hermoso jardín se abrió ante sus ojos, donde estaba la flor de lililá, que era blanca y resplandeciente y olía a gloria. El león tenía los ojos abiertos; podía pasar. Y cuando las yemas de sus dedos fueron a tocar el tallo, la flor se desprendió y se acostó en su mano.

Ya de regreso se encontró con sus dos hermanos. Se pusieron muy contentos al saber que el pequeño llevaba la flor de Lililá. Pero luego pensaron que si lo mataban y le quitaban la flor, ellos se repartirían el reino. Y aquella noche de luna llena, con un cuchillo tan frío como el hielo, los dos hermanos lo mataron, le quitaron la flor y lo enterraron. Pero…, un dedo quedó fuera, y de este dedo creció una caña y un pastor que la vio, la cortó, y se hizo una flauta. Al tocarla sonó una canción que decía así:

"Pastorcillo, no me toques,

ni me dejes de tocar,

que me han muerto mis hermanos,

por la flor de Lililá.”

El pastorcillo siguió tocando y llegó al pueblo. Entonces la canción llegó a oídos del rey, que ya había recuperado la vista con la flor, y mandó llamar al pastorcillo. Le pidió la flauta para tocarla y la canción dijo:

"Padre mío no me toques,

que tendré que denunciar

que me han muerto mis hermanos,

por la flor de Lililá."

Y el rey entonces comprendió lo que había pasado. Fue corriendo al lugar donde el pastor había cortado la caña y desenterró a su hijo que resucitó. El rey, abrazado a su hijo, pronunció estas palabras

- He aquí a mi heredero. Esta es mi voluntad: ¡Que mis dos hijos traidores, vayan al destierro!


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