EL
CIRCULO DEL 99.
Había
una vez un hombre que vivía en un gran castillo, lleno de
habitaciones, grandes jardines y mucho lujo. Sin embargo, este
hombre, como muchos otros, no se sentía feliz.
A
pesar de ser cortesano del rey y tener mucha fortuna y gran prestigio
sentía que le faltaba algo. Nunca estaba contento con lo que tenía.
En el
castillo trabajaba un hombre que siempre estaba alegre; realizaba sus
tareas con placer y en su rostro se dibujaba una eterna sonrisa.
Al
encontrarse con él, el cortesano se preguntaba siempre cómo podía
ser que un hombre así, tan pobre y con un trabajo tan humilde, se
sintiera feliz.
Un
buen día, comentó el asunto con uno de sus consejeros:
- No
entiendo cómo este sirviente puede sentirse feliz. No lo he visto
nunca enojado, en su cara siempre hay dibujada una sonrisa.
- Lo
que sucede, mi señor, es que este hombre no ha ingresado en el
"círculo del 99": es por esto que él es feliz",
contestó el consejero.
- ¿Y
qué es el "círculo del 99? -preguntó el cortesano muy
extrañado.
- Se
lo voy a demostrar -dijo el consejero.- Hoy a la noche, cuando el
sirviente llegue a su casa, dejaremos en su puerta una bolsa con 99
monedas de oro. El resto lo comprobará usted por su cuenta.
Y así
sucedió. Por la noche, cuando el sirviente se encontraba en su
humilde casa, feliz, con su esposa y sus hijos, el cortesano y el
consejero golpearon en la puerta del pobre hombre y dejaron en el
suelo la bolsa con las 99 monedas. Rápidamente se escondieron detrás
de un árbol y observaron todo lo que sucedía en la casa.
El
hombre abrió la puerta, miró hacia un lado y hacia el otro, pero no
vio a nadie. Sin embargo, encontró en el suelo una bolsa que parecía
no tener dueño. La recogió del suelo y entró en su casa. Al ver el
contenido, comenzó a llorar de alegría, ¡una bolsa con monedas de
oro! ¡Qué bien le venía este regalo! A partir de ese momento no
tendría más preocupaciones: sus hijos podrían vestir y comer como
los ricos, y su mujer se compraría los más hermosos vestidos.
Serían aún más felices.
Pero
en ese momento decidió contar las monedas, para saber cuán grande
era su fortuna. Y comenzó con la cuenta: una, dos, tres, ochenta,
noventa, noventa y ocho, noventa y nueve...
El
hombre se puso furioso, no podía creer lo que estaba pasando.
- ¡Me
robaron una moneda! -comenzó a gritar-. ¡No hay justicia en este
mundo! ¡Alguien se llevó mi moneda!
Y fue
en ese instante cuando el hombre entró en el "círculo del 99".
La
expresión de su cara cambió, la eterna sonrisa se transformó en
una mueca bronca y de odio, y la sensación de felicidad desapareció
para siempre.
En el
trabajo, el pobre hombre ya no sonreía ni era amable con la gente,
hasta con el cortesano se mostraba hostil.
Un
buen día, el cortesano le preguntó qué le ocurría, ¿por qué
andaba siempre con esa expresión tan triste en su cara?
- Y
qué crees tú, ¿que debo andar siempre contento? -dijo casi
gruñendo-. Yo no soy tu bufón. Hago mi trabajo, y por eso me pagan,
nadie puede obligarme a estar alegre.
Frente
a esta contestación tan agresiva, el cortesano se ofendió mucho y
pronto comprendió lo que significaba pertenecer al "círculo
del 99". Ese pobre hombre vivió el resto de su vida creyendo
que le faltaba una moneda para ser feliz. Y él, el cortesano con
tantos recursos y tanto prestigio, vivía de la misma manera,
creyendo que siempre le faltaría algo para sentirse completamente
dichoso.
El
audio de este relato, aquí.