LA
PRINCESA Y EL GUISANTE
(Hans
Christian Andersen, adaptado)
Hace
muchísimo tiempo, había un príncipe que buscaba esposa. Tenía
menudo problema el joven, pues deseaba casarse con una princesa
auténtica. Recorrió el mundo entero y conoció a muchas princesas,
pero todas ellas tenían algún aspecto sospechoso que le impedía
saber si eran verdaderas. Por tanto, se dio por vencido y retornó a
su reino.
Cierta
noche en que una tormenta terrible arreciaba, sintieron que alguien
golpeaba en el castillo. Cuando el sirviente regresó, lo acompañaba
una joven empapada que aseguraba ser una princesa.
La
reina no creyó en su palabra y dispuso una prueba. Ordenó al ama de
llaves que preparara el lecho para la princesa y le dio instrucciones
de cómo hacerlo.
El
ama obedeció a la reina y colocó un guisante sobre la cama y sobre
éste, colocó veinte colchones y sobre ellos veinte edredones. Así
estuvo listo el lecho para la princesa.
La
princesa pasó la noche en la recámara que le asignaron y a la
mañana siguiente, cuando se levantó y bajó a desayunar, los reyes
le preguntaron cómo había pasado la noche, a lo que respondió:
-No
pude pegar un ojo. Había algo duro en la cama y tengo el cuerpo
lleno de magulladuras.
Al
oír esto, los reyes supieron que estaban delante de una verdadera
princesa, pues solamente una, podría sentir el guisante debajo de
tantos colchones.
Esta
noticia puso feliz al príncipe, quien le propuso matrimonio de
inmediato. La princesa aceptó y se casaron.
El
guisante fue llevado al museo, donde todavía se exhibe, a menos que
alguien lo haya comido.
Esta
es una historia verdadera.