lunes, 2 de diciembre de 2013

El triste sueño del mono.

El triste sueño del mono.
(Gustavo Roldán. Adaptado. Los sueños del yacaré. Alfaguara).

Narrador: Un día los animales del monte vieron al mono caminar triste. Con la cabeza baja, despacito, moviéndose entre las ramas como sin ganas de nada. Y los animales del monte se preocuparon, porque no hay nada más triste que un mono triste.
Caimán:Don Sapo, ¿qué le ocurre al mono? Pasó cerca de mí y ni me saludó.
Sapo: Yo sé lo que le pasa. Todo empezó el día aquel que usted contó un sueño y después los demás siguieron contando sueños cada vez más locos : que si el mundo era redondo, que si la Tierra giraba al rededor del Sol, que si antes existieron los dinosaurios... En fin, un montón de locuras.
Caimán: ¿Y eso qué tiene que ver con la tristeza del mono?
Sapo: Tiene que ver porque entonces el mono se acordó de un sueño que tuvo. Un sueño terrible que lo dejó triste y amargado.
Caimán: Ya recuerdo:el mono soñó que era pariente de los hombre ¡pero eso era solo un sueño loco!
Sapo: Sí, pero, como en todas las locuras, algo habrá de cierto.
Caimán: No sé en qué se puede parecer un hermoso mono a los hombres.
Sapo: Amigo caimán, usted sabe que yo fui a Buenos Aires. Allí pude conocer a los hombres. Y los conocí muy bien.
Caimán: Sí, sí, lo sé.
Sapo: Pues había algunos hombres que tenían una cara parecida a la del mono. Bueno..., con un poquito de parecido. Pero, eso sí, los hombres son bichos sin cola, sin esa elegante y utilísima cola que tienen los monos.
Caimán: Yo admiro al mono por eso. ¡Me da una envidia cuando lo veo columpiarse en una rama colgado de la cola! ¡A quién no le gustaría tener una cola así!
Sapo: ¡Y esa habilidad para saltar de un árbol a otro!
Caimán: Y esos pelos tan suaves y de tan lindo color. Por lo que usted nos contó, los hombres son totalmente pelados.
Sapo: Sí, sólo tienen un poco de pelo en la cabeza. Dan lástima. Y tienen los brazos cortos, no son como los largos brazos de un mono.
Caimán: Y tienen las orejas pequeñas, no como las hermosas y grandes orejas de un mono. Seguramente, los hombres ni escuchan bien ni entienden las cosas.
Sapo: ¿Y no podríamos ir a contarle todo esto al mono?
Caimán: Amigo sapo, es una idea excelente. Vayamos a ver al mono sin perder un minuto.
Narrador: El piojo, la pulga, el jabalí, el tatú y mil animales más que se habían acercado para escuchar la conversación del sapo y el caimán dijeron:
Todos: Yo también voy.
Narrador: Y ahí fueron. Porque sabían que así, todos juntos, convencerían al monito de que jamás podría ser cierto ese sueño loco de que los hombres son parientes de los monos.

El audio y vídeo de este relato lo tiene aquí.